Ya no habrá más victorias. Ya nunca más atravesará por debajo del banderín rojo que avisa que sólo falta un kilómetro para que se acabe la contrarreloj. Lance Armstrong, que ayer se impuso en la etapa que anhelaba, se despide hoy en los Campos Elíseos de París como un campeón invencible. Hoy se impondrá en su séptimo Tour consecutivo. Lo nunca visto. Y lo hará después de que ayer en Saint-Etienne ejecutara la sentencia final no sólo a la ronda francesa de la presente edición, sino a su carrera deportiva.

Mucho inglés con acento yanqui se escuchó ayer por las avenidas próximas al recinto que servía de salida y llegada a la contrarreloj. Parecía que, en vez de ser el Tour de Francia, fuese el campeonato de Estados Unidos. Realmente, los seguidores del tejano se hacían notar. Y se les escuchaba, al igual que los aplausos y chillidos que lanzaban cada vez que surgía pedaleando un ciclista del Discovery Channel.

EL SENADOR Ni John Kerry, antiguo candidato demócrata a la Casa Blanca, quiso perderse el espectáculo. Siguió la última contrarreloj del gran campeón en el coche del jurado técnico, con la pulsera amarilla en la mano derecha y haciendo gala de su amor y cariño hacia el ciclismo. "Soy un gran aficionado a este deporte, lo practico y me gusta", afirmó Kerry, en un claro castellano, con una credencial en el pecho que lo acreditaba en el Tour como senador por Massachussets, paseando tranquilamente, sin escolta, como un seguidor más. Hoy estará en la fiesta final, junto a Steven Spielberg, posiblemente Tom Hanks y 600 invitados más.