"Se lo dedico al Doncel y a mis amigos de la Federación Extremeña de baloncesto". Los periodistas de San Sebastián debieron quedarse patidifusos cuando lo oyeron el martes de la boca del entrenador del Bruesa GBC, Porfirio Fisac. El equipo acababa de ascender contra todo pronóstico y en unas circunstancias muy especiales a la Liga ACB, pero Fisac, nacido en Cantalejo (Segovia) y con un currículum forjado en las categorías menores del baloncesto español, prefirió acordarse de un club y una región que cambió su vida.

Fisac llegó a Extremadura a finales de los 80 como jugador del Cáceres. Después emigró al Doncel, donde tras su retirada se hizo entrenador. En Villanueva de la Serena tuvo que batallar con un sambenito cruel: mantenía su puesto gracias a su matrimonio con Marifé, hija del presidente del club, Justi Pino. "Es más mi amigo que mi suegro", asegura.

Tras varios años entre EBA y LEB-2, siendo un habitual del pabellón V Centenario ("mi sueño era entrenar al Cáceres"), se fue a buscarse la vida lejos, donde ha cimentado su carrera con fama de unir vestuarios por encima de todo. Un ascenso a LEB en Algeciras, una etapa notable en Tarragona... y a San Sebastián, donde ha roto moldes. Partiendo del octavo puesto en liga regular, ha vencido por 0-3 en los play-offs a los todopoderosos Drac Inca y León, pese a las lesiones de jugadores importantes como José Luis Galilea o Eric Cuthrell.

Creció en Valladolid, pero se siente extremeño. Sin reservas. "Llevo casi veinte años allí", cuenta, el día después de la gloria. "Tengo un gran aprecio por toda la gente del baloncesto de Extremadura y muchísimos amigos. Esperemos que la situación vuelva a ser buena en sitios como Cáceres y Badajoz y que el Plasencia, que nos ganó en la primera vuelta, pueda volver a la LEB". Lejos están los tiempos en los que dirigía a la selección autonómica alevín femenina y al equipo cadete del Doncel. "Puedo volver cualquier día. Estuve orgulloso de hacerlo en su momento. En este oficio un día estás en EBA y otro en la ACB". Bien puede decirlo él mejor que nadie.