La historia de Macarena Muñoz es rara. Muy rara. Componente la selección extremeña absoluta que consiguió la medalla de plata en el Campeonato de España de cross hace un mes en Mérida, lo suyo con el atletismo empezó hace apenas tres años. Y tiene ya 34. Mientras que sus compañeras Teresa Urbina, Sonia Bejarano, Tania Carretero, Raquel Gómez y Cristina Jordán tienen un largo historial de éxitos desde que eran niñas, ella apareció en este escenario proveniente del mundo del ‘running’ aficionado. Pero nunca es tarde para cumplir los sueños.

«Siempre me ha gustado el atletismo, pero no tuve la oportunidad de desarrollarme en él. Vivía en un pueblo, Fuenlabrada de los Montes, y no lo practicaba. Nadie vio las cualidades que podía tener», cuenta. Hizo tenis, gimnasia artística… hasta que un día la vio corriendo Paco Mora, el entrenador que la encauzó hacia una preparación más profesional. «Empecé desde cero hace tres años. Llevaba una vida sin cuidar la alimentación, sin nada estructurado en cuándo corría. Sabía que podía llegar a hacer algo más grande», añade. Ya estaba metida en la treintena.

Su irrupción ha sido imparable. Ganó muchas carreras populares y esta temporada se ha proclamado campeona de Extremadura de medio maratón y de la Liga Extremeña de Cross, lo que le dio el pasaporte para contribuir al podio extremeño en Mérida. «Ha sido muy grande para mí estar ahí». Terminó en el puesto 76, muy lejos de la cabeza, pero se marchó orgullosa, hasta arriba de barro y con una medalla que guardará siempre con enorme cariño.

A menudo se lamenta de no haber empezado antes. «No es lo mismo recuperar con 20 años que con más de 30, pero con el poco tiempo que llevo pocos pueden presumir de lo que he conseguido. Creo que todo es por genética, aunque entreno y me cuido mucho», destaca. Sigue saliendo con los ‘CrazyRunners’, el grupo de corredores aficionados de Cáceres, aunque federativamente pertenece al Club Maratón Vegas Altas.

La historia personal

‘Maca’, con una sonrisa eterna y pegadiza, no se ha aburrido en su vida, o al menos eso parece. Vivió hasta los 18 en Fuenlabrada de los Montes, una localidad en la comarca de Cíjara que tiene apenas 2.000 habitantes, y después completó la licenciatura de Ciencias del Deporte y el grado de Terapia Ocupacional. En ese campo trabaja ahora en la Asociación Síndrome de Down en Cáceres ayudando a la psicomotricidad de sus usuarios. «Es algo muy vocacional, pero imagino que como todas las carreras. Siempre me ha interesado el mundo de la discapacidad. Tengo una prima con discapacidad intelectual y siempre sentí que quería ayudar a personas como ella. Cuando acabé Ciencias del Deporte ya hice las prácticas en Aspace. Y ahora tengo suerte de trabajar en ello», dice. Junto a su marido, que es psicólogo, y dos amigos creó Utoocan, una asociación que organiza múltiples actividades de ocio para chicos discapacitados los fines de semana.

Pero hay más. También recibió durante años clases de solfeo, cantó en una coral y todavía saca tiempo para tocar el piano en casa, algo que asegura que le encanta. «Me gusta mucho la música clásica. Es algo que desde pequeña he tenido en casa», apunta.

Su mensaje final está relacionado con su propia historia: «La gente no debe tener miedo a lanzarse a hacer deporte, tenga la edad que tenga. Siempre se puede, pero requiere una constancia y un sacrificio, que sea algo que te motive y te guste». Y quien dude, que se mire en su espejo.