Las luces se apagaron repentinamente. Segundos después, el avión tuvo un fuerte descenso, seguido de un gran impacto». Es todo lo que ha podido decir Ximena Suárez, la azafata superviviente del vuelo RJ100 en el que viajaba el Chapecoense, el equipo brasileño que quedó diezmado al estrellarse la aeronave en el municipio colombiano de La Unión. «No recuerdo más hasta ahora». Esa oscuridad, parecida a la de las cajas negras ya recuperadas, empezó a esclarecerse con la grabación de los instantes finales.

«Jesús» fue la última palabra que desde la torre de control le dijeron al piloto, que intentaba lo que, en ese segundo atroz, parecía inexorable: evitar que el avión 933 de la compañía boliviana Lamia cayera en el norte de Antioquía y se desatara una tragedia con 71 muertos y 6 heridos. «Señorita, está en fallo total, fallo eléctrico total, sin combustible», dijo el capitán Miguel Quiroga. «Pista libre y esperando lluvia sobre la superficie, Lamia 933, bomberos alertados», le respondieron. En la torre perdieron la señal. «No lo tengo, notifique rumbo ahora». Y luego sucedió lo tan temido.

Ayer por la tarde, 45 víctimas ya habían sido identificadas. Mientras, tres futbolistas, un periodista y dos miembros de la tripulación se aferran a la vida. A Jackson Follmann, portero suplente, hubo que amputarle una pierna. El defensa Helio Neto está grave, tiene traumatismo craneal y ha sido operado del tórax. Alan Ruschel podría quedar parapléjico. «Sobreviví porque seguí los protocolos de seguridad. Muchos se levantaron de sus asientos y comenzaron a gritar», contó Erwin Tumiri, el técnico del avión, que se encuentra estable, igual que la azafata. El periodista Rafael Henzel también parece estar fuera de peligro.

El Atlético Nacional, que debía disputar la final de la Copa Sudamericana con la Associaçao Chapecoense, propuso a la federación regional de fútbol que se otorgue al equipo brasileño el título de campeón honorífico en homenaje póstumo a las víctimas del peor desastre aéreo de Colombia en los últimos 21 años. En diciembre de 1995, un avión de American Airlines se estrelló en una zona montañosa cercana a la ciudad de Cali. De los 164 ocupantes solo sobrevivieron cuatro.

Para vuelos regionales / La hipótesis de los problemas de combustible fue ganando terreno después de conocerse el testimonio de Juan Sebastián Upegui, un copiloto de Avianca que sobrevolaba el aeropuerto de Rionegro en el momento del accidente. Upegui reveló la conversación entre la controladora aérea y el capitán Quiroga, que luego fue transmitida por una radio colombiana. El avión había salido de la ciudad boliviana de Santa Cruz. Su travesía hasta Medellín era de unas cuatro horas. Pero la aeronave británica fabricada en los años 90 sirve para cubrir distancias cortas, como indica la sigla RJ (Regional Jet). Ese tipo de avión, señalan los expertos, no debía haberse empleado para recorrer 2.265 kilómetros. Tres semanas atrás había viajado en ese mismo aparato la selección argentina para jugar con Brasil en Belo Horizonte. Allí pudo haber subido Leo Messi.

Solidaridad / La Confederación Brasileña de Fútbol decidió ayer que el Chapecoense no descenderá en las tres próximas temporadas, sea cual sea su clasificación, para ayudar a la entidad a rehacerse tras la tragedia aérea en la que perdió a casi todos sus jugadores. Los clubs más importantes de Brasil y también argentinos han ofrecido futbolistas para que el Chapecoense pueda hacer un nuevo equipo y poder competir. Ayer se siguieron repitiendo los homenajes al equipo brasileño, que continuarán en los próximos días.