Lance Armstrong no tiene ni buenas sensaciones ni buenos presagios. Y la realidad cada vez es más cruda en una general de un Tour centenario que, por ahora, sólo domina de forma provisional. No hay etapa en la que no le surja un nuevo enemigo. Son demasiados los frentes que debe vigilar. Y el ambiente cada vez está más enrarecido. Si gana el Tour, lo hará en la batalla más dura y salvaje nunca antes librada en sus cuatro viajes triunfantes hacia París. Ayer, fue Jan Ullrich quien se invitó a la fiesta de la ronda francesa. Se presentó con una tarjeta de visita que no ofreció ninguna duda para abrirle las puertas de la clasificación. Sólo está a 34 segundos del tejano, tras una exhibición portentosa en la primera contrarreloj de la carrera y con los Pirineos por delante.

Armstrong no es persona de grandes confesiones. Hasta los corredores de su equipo están intrigados con su silencio. ¿Está bien? o ¿está mal? Es la pregunta que se hacen algunos de sus gregarios. Al tejano le cuesta abrir su corazón. Pero esta semana le confesó a una persona de su intimidad que tiene un mal presagio. Y no le faltan razones. No se puede fiar de nadie. Ullrich parecía descabalgado tras flaquear en los Alpes. Y ya se encuentra pisándole los talones.

MAS AMENAZAS

Pero es que encima hay otro convidado, que no es precisamente de piedra, y que se llama Alexandre Vinokurov. Le quitó un minuto en los Alpes. De hecho, los ataques de este ciclista kazajo, ganador este año de la París-Niza, le hicieron más daño que los del desafortunado Joseba Beloki.

Y en cada etapa decisiva le sucede alguna cosa. En la primera jornada alpina no se sintió bien. En la segunda le falló la bicicleta por el Galibier y luego no logró hacer diferencias en Alpe d´Huez y en la tercera se libró de la caída de Beloki, pero se dio un susto terrible con su excursión por la campiña. "Hace mucho calor y no corro como querría. Siento sensaciones extrañas en las piernas", afirmó.

MAL DIA PARA MAYO

Ayer se hundió Iban Mayo. Se le puso cuesta arriba el podio y, por supuesto, el Tour. Haimar Zubeldia supo aguantar el tipo. Sólo le cedió un minuto a Armstrong, el ciclista al que ha hecho compañía por todas las cuestas alpinas. Ambos correrán hoy en casa, con unas cunetas pobladas por una multitud de seguidores vascos. Por eso, el espectáculo está servido, en un Tour que no está ni mucho menos decidido. Armstrong tendrá que aprender a sufrir si quiere volver a ganar.