Hace más de 20 años que el Barça decidió convertir la pelota en un tesoro más que en un estorbo. Y desde entonces ha ganado 10 Ligas, las mismas que en los 60 años anteriores. Desde que apareció Johan Cruyff, el barcelonismo supo que adueñarse de la pelota era el camino de la victoria. Ahí sigue. Dos décadas más tarde el Barça se ha convertido en una referencia planetaria como demuestra el reciente Mundial conquistado por España con el ADN culé incrustado entre sus siete jugadores (y David Villa) y, sobre todo, por una fánatica apuesta por un estilo futbolístico.

A través de la pelota, el Barça ha atacado de cine (desde Romário, Ronaldo a Messi pasando por Rivaldo, Ronaldinho) y a cada año que ha pasado ha ido defendiendo mejor. Con Cruyff se construyó la Capilla Sixtina , según definió el propio Guardiola en una entrevista a este diario hace ya cuatro años. Con Van Gaal se colocaron cimientos de la cantera que aún resisten (Xavi, Carles Puyol, Víctor Valdés, Andrés Iniesta) y luego, tras un lustro negro, apareció Frank Rijkaard para restaurar la Capilla Sixtina de Johan.

CON HUMILDAD Llegó Guardiola hace dos años, colocó la pelota en su sitio, alejó al equipo de las tentaciones de la mala vida, se ubicó en Sant Joan Despí, instauró la cultura del esfuerzo y el equipo funciona como la seda, como volvió a demostrarse en la vuelta de la Supercopa de España ante el Sevilla.

Han sido ocho títulos de 10 disputados: solo perdió la Copa del Rey y la Champions de la pasada temporada. Han sido, sin embargo, momentos espectaculares de fútbol porque el Barça de Guardiola ha fusionado las raíces de Cruyff con el método de Van Gaal y la libertad, que no libertinaje, de Rijkaard.

Hoy Messi parece mejor que Ronaldinho. Pero no puede entenderse a Leo sin que Ronnie cambiara antes la historia del club. Y con la pelota en los pies, sin perder el mundo de vista, a pesar de que son los mejores del mundo. Nunca antes tres jugadores formados en la cantera del club (Messi, Xavi e Iniesta) habían figurado entre los cinco mejores del planeta, según la votación de la FIFA de la pasada temporada. Y con la humildad como única bandera.

"Quiero que a mis jugadores se les salgan los ojos de las órbitas, como ya les ví desde el primer día. Tenemos margen de mejora", no para de repetir Guardiola, consciente de que su equipo no puede ser víctima de la autodestrucción que provocó, precisamente, su fichaje en el 2008 cuando el Barça de Rijkaard se consumió.

Margen de mejora es no depender solo de Messi. Aunque Leo es el punto y final del equipo y no, como le sucede en Argentina, la salvación. Margen de mejora es ir dando entradas a más jóvenes en el Camp Nou, a pesar de que repetir la experiencia de Busquets y Pedro parece poco menos que utópico. Hace apenas tres años ambos estaban en Tercera División, como el propio Pep, y ahora son campeones del mundo.

Margen de mejora es que Villa conecte al instante en un equipo que funciona de maravilla, algo que no ha sucedido con Ibrahimovic. Margen de mejora pide Guardiola para prolongar la hegemonía del Barça en dos décadas gloriosas (10 Ligas y tres Champions, Londres, París y Roma). Y con el balón, el tesoro de su éxito, siempre en sus pies.