BARCELONA: Valdés; Alves, Puyol, Piqué, Abidal, Sergio Busquets, Xavi, Dos Santos (Iniesta, min.58), Pedro (Bojan, min.86), Ibrahimovic y Henry.

VILLARREAL: Diego López; Javi Venta, Godín, Marcano, Capdevila, Senna, Bruno, Cani, Fuster (Eguren, min.90), Cazorla (Escudero, min.68) y Nilmar (Rossi, min.76).

GOLES: 1-0: Pedro, min.7. 2-0: Fuster, min.51.

ARBITRO: González Vázquez (Colegio gallego). Mostró tarjeta amarilla a Javi Venta, Puyol, Fuster, Bruno, Marcano e Ibrahimovic.

Volaron los dos primeros puntos del Camp Nou. Y tuvo que ser el Villarreal, un equipo al que habitualmente se le dan muy bien sus visitas al coliseo azulgrana el que tuviera tal honor. Un premio merecido, porque lo hizo además jugando al fútbol, imponiendo su estilo, tuteando, con sus mismas armas, al Barcelona de la seis Copas.

El Barça solo quiso ser el Barça en la recta final. Y eso que empezó muy bien el partido. Pedro, que ya se ha acostumbrado a hacer de Messi cuando el argentino no está, recogió un disparo de Henry repelido por el travesaño para fusilar a Diego López en la primera llegada de los azulgranas.

El tanto del canario provocó un prematuro replanteamiento del choque. Los de Valverde adelantaron las líneas y el conjunto local aceptó con naturalidad esta nueva situación retrasando casi instintivamente las suyas.

El resultado fue un Villarreal mandando en muchas fases de la primera mitad y un Barcelona cómodo a la contra que aún renunciando a su identidad, tampoco pasaba excesivos apuros atrás.

EL BARÇA, SIN FORZAR El equipo castellonense se atrevió incluso a disputarle la posesión del balón a los azulgranas. Bruno y Senna se aplicaban en las labores de recuperación y entre Cani, Cazorla y Fuster fabricaban el caudal ofensivo combinando en la media punta. Sin embargo, los de Guardiola tampoco parecían exigidos al máximo. El mayor peligro visitante llegó con sendos cabezazos de Nilmar y Fuster, pero ninguno de los dos puso a prueba a Valdés.

Un par de cabalgadas de Nilmar neutralizadas por Puyol y un penalti de Alves a Marcano que González Vázquez no señaló pudieron equilibrar el marcador.

El Villarreal no daba excesiva sensación de peligro, pero sí de una desconcertante superioridad. El Barça parecía ajeno a todo ello. Se replegaba sin problemas cuando el oponente tenía el balón y salía con velocidad y criterio cuando se lo arrebataba.

Busquets se llevaba todos los balones divididos, Pedro y Alves se entendían bien en la banda derecha y un Henry más activo de lo habitual ponía en jaque a la defensa amarilla cada vez que recibía al espacio. No parecía importarle que el Submarino Amarillo fuese, pese a todo ello, el equipo que controlara el tempo del choque.

No parecía importarle hasta que Fuster muy inspirado durante todo el partido, remató a gol un centro de Cani a los seis minutos de la reanudación.

El tanto fue el justo premio a la personalidad, a la valentía, al atrevimiento de un equipo que había salido a disputarle la posesión del balón, discutirle la jerarquía, tutear a todo un Barcelona desde el primer minuto de partido. El empate también sirvió de acicate al conjunto azulgrana --revitalizado con la entrada de Iniesta-- y al frío público del Camp Nou que, pero la reacción no fue suficiente para llevarse los tres puntos.