No tiene más Pep Guardiola, entrenador del Barcelona. Pero con lo que tiene, que dentro de unos días será mucho más al incorporar a los lesionados Henry e Iniesta, se ve con energía para derrotar en la final de la Liga de Campeones al Manchester, "el mejor equipo del mundo", como lo calificó el propio técnico. Las cartas de Guardiola para el día 27 están tan marcadas que ni ha querido esconderlas. No hay más.

Tiene lo que tiene y con ello aspira a desbancar del trono europeo al Manchester como ya ha hecho con el Madrid en la Liga. Si lo consiguiera, la plantilla percibiría 39 millones de euros en concepto de variables por títulos. En eso no piensa Guardiola. Antes de volar hacia Mallorca el domingo, tomó la primera decisión al enviar a seis jugadores a casa sin disfrutar de la Liga recién conquistada. Seis titulares, por supuesto, en la final.

Luego, ya en el vestuario del Ono Estadio, el técnico tomó la segunda decisión: sentar a Valdés en el banquillo y apostar por Oier, el quinto portero de la plantilla. Además, tampoco utilizó a Keita, pieza tan polivalente como valiosa tras las ausencias de Márquez y Milito por lesión y de Alves y Abidal por sanción. Eto´o, obsesionado por lograr el pichichi, fue el único titular de Roma que jugó el domingo. Los demás, ni pisaron el césped porque como recordó luego Guardiola "llegamos con muchas bajas y no quiero arriesgarme a posibles lesiones".

DE CRACOVIA A LA FINAL Una vez alcanzado el doblete, toca minimizar los riesgos al máximo. Tanto en el partido con Osasuna, el prólogo a la fiesta de la afición, como en los entrenamientos, donde los técnicos ha planificado una semana atípica. Más de medio equipo titular en Roma, los seis (Valdés, Puyol, Messi, Piqué, Touré y Busquets) que envió a sus casas, disfrutan de tres días de fiesta. Sometidos a una enorme presión en una larguísima e infernal temporada, que arrancó en agosto con la previa de la Champions en agosto ante el Wisla de Cracovia y acabará el 27 de mayo en Roma, Guardiola les pidió que "desconecten del fútbol".

Dicho y hecho. Recluidos todos en sus círculos más íntimos, excepto dos futbolistas que libran desde hace semanas una batalla contra el reloj. Andrés Iniesta y Thierry Henry. Con ambos cuenta Guardiola, convencido de que podrán estar en la final. No es solo una ilusión ni una simple esperanza del técnico sino que también está basada en datos médicos.

DEFENSA NUEVA Ahora, sin embargo, Guardiola tiene un tesoro por delante. ¿Cúal? Dispone de mucho tiempo. Una semana para trabajar solo pensando en 90 minutos: una eternidad. El tiempo que nunca ha tenido el técnico en estos 10 meses extenuantes. Tiempo para visualizar la final, tiempo para introducir sus consignas tácticas en el cerebro de los jugadores, tiempo para destripar al Manchester en la Ciudad Deportiva de Sant Joan Despí, tiempo para ir, además, comentando sus planes al equipo, como ya hizo antes de la final de Copa con el Athletic.

Ahora, Guardiola prepara la final en una larga semana, charlando con los médicos sobre el estado de Henry e Iniesta, obligado a improvisar una defensa totalmente nueva al haberse quedado sin los dos laterales titulares. Debe encontrar un lateral zurdo para jugar en Roma y, además, decidir si mantiene a Touré de central como pareja de Piqué, usando a Puyol en la derecha. Tampoco tiene más.