Marko Tomas cerró el primer derbi Madrid-Barcelona de la temporada con los dos tiros libres del 72-73, el exiguo marcador que dio el triunfo al conjunto barcelonés en Vistalegre mientras aún se discutía si la última falta personal del choque, cometida por el estadounidense Shamon Williams sobre el croata, conllevaba tres tiros libres y no los dos que se le concedieron.

En realidad, el desenlace sólo alimentará polémicas superficiales. El Barcelona superó al Madrid en el cómputo global del choque. Fue mejor, cómo lo ha sido las últimas veces que ha aparecido por la cancha del máximo rival. Luego, habrá terminado mejor o peor, con títulos o sin ellos, pero en la cita con el archienemigo ha ido un paso por delante.

Nunca se sabrá qué habría sucedido con Juan Carlos Navarro y con el serbio Igor Rakocevic en la pista. Los estandartes azulgranas y blanco, los referentes del líder de la Liga y del campeón, tendrán que esperar para volver a verse las caras encima del parqué.

La última vez que ser vieron fue en septiembre, en Novi Sad, a pocos kilómetros de Belgrado, en el primer partido del Europeo. Allí le tocó cara a Navarro y cruz a Rakocevic, ganó España y perdió Serbia.

Un Madrid-Barcelona sin ellos es menos partido. Por suerte, no mucho menos. Tampoco muy diferente. El Barcelona está hecho con un patrón y el Madrid con otro. Son distintas formas de construir un equipo, que no de entender el juego.