La semana ha sido dura, lo asumo, pero ha tenido un final feliz, que incluso ha compensado varios días en los que me he sentido un poco frustrado por las consecuencias de una noticia lamentable. Que casi tres décadas en este negocio del periodismo no equivalen a insensibilidad.

La trifulca entre entrenadores de niños de dos clubs, Nuevo Cáceres y Cacereño, destapada por este diario el pasado martes, ha copado parte de la información deportiva más importante en la región durante varios días. Muy triste que ocurra esto, pero ya se sabe: cuando hay sucesos, el morbo alimenta la curiosidad y acelera los comentarios.

Ya lo he escrito: es absolutamente secundario quién comenzara el rifirrafe y qué circunstancias lo rodearan. Más triste es ver cómo los responsables de los clubs se empeñaran en poner el acento en culpar a este periódico de ‘sobredimensionar’ la noticia, poco menos que como si lo que hubiera ocurrido no hubiera sobrepasado la categoría de anécdota. Yo solamente aporto un par de interrogantes: si no hubo nada, o casi nada, ¿por qué se expulsó a uno de los técnicos de uno de los clubs? ¿por qué se le rompieron las gafas a otro? Algo habría, ¿no? Más grave aún que esa manera de desviar la atención fue que los niños no terminaron el partido por culpa del incidente.

Tampoco ocurrió nada, ¿verdad? Lamentable.

Afortunadamente, todo se ha compensado este fin de semana con la confirmación del título nacional de los benjamines extremeños. Increíble, por lo saludable, noticia para el deporte extremeño. Qué bonitas imagénes pero, ante todo, que extraordinaria celebración. Me quedo con una de ellas, por la que ha valido la pena absoltamente todo y que me ha emocionado, lo reconozco: la de un jovencísimo futbolista extremeño consolando a otro aragonés. El ‘pequeño’ deporte es grande.