BARCELONA 72: (16+15+21+20) Jasikevicius (13), De la Fuente (2), Dejan Bodiroga (20), Gregor Fucka (11), Roberto Dueñas (2) -cinco inicial-, Femerling (4), Juan Carlos Navarro (10), Nacho Rodríguez (9) y Alzamora (1).

REAL MADRID 59: (12+15+14+18) Lucas Victoriano (7), Lucio Angulo (-), Mumbrú (6), Derrick Alston (14), Dragan Tarlac (7) -cinco inicial-, Hernández (2), Digbeu (6), Alberto Herreros (15), Mulaomerovic (3) y Alfonso Reyes (-).

ARBITROS: Sancha, De la Maza y García Ortiz. Excluyeron por personales a Dueñas (m.35).

INCIDENCIAS: Encuentro correspondiente a los cuartos de final de la Copa del Rey 2003.

Dejan Bodiroga dio el primer paso en la carrera hacia el primer título de su etapa en el Barcelona tras poner fuera de combate al Real Madrid, nuevamente derrotado por su gran rival en la Copa del Rey, un sueño que los blancos persiguieron a golpe de corazón hasta que la razón les despertó con las maletas listas para volver a casa.

El Madrid se presentó en Valencia completamente transformado. Nada que ver con el equipo insípido y desorientado que, con altibajos constantes, ha deambulado por las pistas desde septiembre. No. El Madrid que apareció en la pista era otro, con sus limitaciones, que las tiene, pero con un espíritu que podía haberle ahorrado muchos sufrimientos.

El Barcelona aterrizó en la Copa con la mejor racha de victorias en serie de la temporada ACB --ocho--, sin la presión externa que soportan los blancos y, por si eso ya no fuera suficiente, con el jugador más determinante del baloncesto europeo, Dejan Bodiroga, en su salsa.

MANDA LA CALIDAD

El equipo madridista impuso una intensidad defensiva que ralentizó los movimientos del marcador hasta extremos poco frecuentes, pero su éxito defensivo, sólo discutido por el inagotable talento de Bodiroga, no tenía continuación ante el aro rival. Le costaba anotar tanto o más que al Barcelona y Bodiroga, que aún podía vestir de blanco, llevaba la camiseta de las rayas rojas y azules.

El yugoslavo marcó la diferencia en algunas jugadas de alta escuela, deliciosas y gracias a él el Barcelona selló los dos primeros cuartos por delante (31-27), El liderazgo del serbio y una buena serie de triples de los exteriores madrileños daban las claves de los primeros veinte minutos.

El esfuerzo del Real Madrid merecía reconocimiento y, según para quienes, mejor suerte. Pero la agotadora misión en la que se convirtió cada canasta blanca a partir del tercer corte empezó a distanciar al Barcelona en el marcador. Lentamente, con paciencia, balón a balón, el equipo de Sidistas necesitaban un abrelatas, un tirador, alguien que viese aro con facilidad, y no lo encontraron. Entre otras cosas, porque la ventaja barcelonista aumentaba su peso al mismo ritmo que el reloj descontaba segundos y los tiros seguían sin entrar.

La hora de lanzarse a la desesperada rondaba al Madrid, pero nunca llegó. La artillería azulgrana acabó el trabajo sin darle tiempo. A tres minutos para la bocina los triples de Nacho Rodríguez, las incursiones de Navarro y unas cuantas perlas más de Bodiroga habían hecho imperar la lógica. El Barcelona, el más poderoso, estaba en semifinales.