Cruzó la meta y juntó los brazos. Se encontró con un rifle irreal. Paolo Bettini ganó el Mundial de Stuttgart disparando. Y no se escondió. "Me habían disparado durante toda la semana y yo lo he hecho a quien se sienta eludido". Lo explicó en la conferencia de prensa, ya vestido con el jersey arcoíris y con Pat McQuaid, el presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), el mismo con quien evitó cruzar una mirada en el podio, a su izquierda. El dirigente se apresuró a abrazarse con el bicampeón del mundo italiano, el mismo que derrotó a la selección española, y al que no querían dejar correr en Stuttgart con infundadas denuncias de dopaje en un mundo ciclista de miseria, desconcierto, caos, desgobierno y sospechas.

Bettini asestó ayer con su victoria una bofetada a la UCI, a la organización del Mundial de Stuttgart y a la televisión pública alemana, la misma a la que ha demandado ante los tribunales por divulgar que se había dedicado a comercializar con productos prohibidos. "No puedo permitir que nadie hable mal de mí. El tema está en manos de mis abogados. Han mentido y tendrán que pagar". Tanto miedo pareció tener McQuaid de lo que pudiera decir el corredor italiano que se sentó a su lado en la conferencia de prensa como campeón del mundo. Bettini fue educado. "Los disparos que lancé no iban contra McQuaid, ni contra la gente del ciclismo, sino contra el entorno de este deporte que solo piensa en el dinero".

EL JUEZ Hasta el viernes por la tarde no supo que podía correr el Mundial. La organización local acudió a los tribunales. Le tildaron de sospechoso. El juez falló en su favor, tal como sucedió el miércoles en Suiza con Alejandro Valverde, descentrado y lejos de su mejor forma tras semanas y semanas de presión. El italiano, en cambio, se sobrepuso a este mundo de constante sospecha concentrándose y diciéndose a sí mismo que iba a ganar el Mundial, a reeditar el triunfo que logró en un Salzburgo más calmado hace un año. "Con la victoria he sacado toda la rabia que llevaba dentro. Este ambiente debe cambiar. Ahora, a quien no le guste mi nombre me tendrá que ver todo un año con este maillot. Con tanta acusación no podía fallar".

La rabia de la que habló Bettini le sirvió para demostrar en la última de las 14 vueltas que era el más fuerte de este Mundial. Italia superó ayer a su gran rival, el equipo español, al que le faltó ese toque de fuerza en el instante decisivo. Una gran situación estratégica de la escuadra azzurra en la penúltima vuelta abrió el camino de la victoria para el Grillo Bettini. Davide Rebellin se escapó en un repecho; hubo un parón, instantes de duda, que se transformaron en 30 segundos de ventaja. España tuvo que quemar todos sus efectivos y transformar a Valverde en gregario. Había que jugar la carta de Freire. Había que buscar una llegada al esprint. El murciano, cuya victoria había sido poder participar en este Mundial ante la negativa de la UCI, empeñada en alentar este mísero mundo de sospechas, capturó a Rebellin. Pero allí se acabaron las fuerzas españolas. "Me ha faltado fondo, a tres vueltas del final ya vi que no podía pelear por la victoria".

FREIRE, SIN SUERTE Bettini pasó a la acción en una cuesta corta pero seca. Freire no podía seguirle. "En la última vuelta se me escapó el grupo. Yo no podía responder a los ataques si luego quería esprintar". Samuel Sánchez se esforzó por marcar al italiano y le perdió de vista en una bajada, en su terreno, porque el holandés Boogerd le hizo un extraño con la bici. "Quedé cortado y en un instante ya había perdido a Bettini de vista". Samu intentó enlazar con el quinteto que se jugó la victoria. Se tuvo que conformar con la séptima plaza.