Impropio de unos tipos curtidos en mil batallas, de un equipo que ha luchado por títulos hasta la última vuelta durante más de una década, los ingenieros de Ferrari pulsaron el botón del pánico. Puede manejar Fernando Alonso magistralmente las situaciones límite, pero eso no basta si en el muro la lían en el momento clave. Quizá partió de un error anterior, tras la calificación, cuando el tercer puesto en la parrilla del asturiano, les indujo a un marcaje al hombre de Mark Webber. Eso les condenó, guiados por la errática estrategia del australiano. Ahí vendieron a Alonso. Le echaron a los leones, ahí atizaron el fuego para recibir furibundas críticas desde Italia, desde España, desde medio mundo que no comprende una metedura de pata de semejante calibre.

Sucedió en la novena vuelta. Jenson Button había adelantado a Alonso en la salida. Los McLaren salieron como tiros, y el asturiano no quiso riesgos en la primera curva. Ese era el plan. Había salvado otro momento difícil. Su cuarto puesto le garantizaba el título frente a la victoria de Sebastian Vettel. Webber circulaba tras Alonso, pero sin la sensación de poder achucharle.

Webber, desesperado

Se subía por las paredes para poder seguir al Ferrari y llegó a tocar el muro con su rueda trasera derecha. Un chispazo confirmó el contacto de la llanta con el muro. El daño no se hizo esperar y el australiano sintió que su rueda perdía presión y así lo comunicó por radio. Christian Horner le hizo entrar dos vueltas después a cambiar ruedas. De repente, a Alonso se le había aclarado el panorama. Sin presión por detrás, solo tenía que copiar la estrategia de los primeros.

Pero en Ferrari cundió el pánico. Un giro después hicieron entrar a Felipe Massa. Podía entenderse como una forma de cubrir a Webber y ¡sorpresa! un giro más tarde metieron a Alonso en el garaje. "Fue un error", admitió Stefano Domenicali. No, fue el error. Y tanto. Creían que los superblandos aguantaban poco. Cualquiera sabía que en carrera, con mucha más goma en la pista, se dañaría mucho menos. Hasta Alonso lo advirtió en la parrilla: "Aguantan más de 20 vueltas". Ni siquiera se dieron cuenta que durante las vueltas en las que coche de seguridad estuvo en pista Nico Rosberg y Vitaly Petrov habían cambiado a neumáticos duros. Cuando Alonso entró a cambiar ruedas no disponía de la ventana de 25 segundos para regresar por delante de ellos.

Y regresó, claro, por detrás. "Ya sé que es difícil, pero debes dar lo mejor de ti mismo para adelantar, es crucial", le gritaron por radio a Alonso cuando peleaba por adelantar a Petrov. Imposible. Qué fácil decir a Alonso que adelante a Petrov. "Pon en juego todo tu talento", le insistió Andrea Stella. Nunca lo dirá, porque es el líder de este equipo --"él ha sido el artífice de esta remontada", confesó cabizbajo Domenicali--, pero, entonces, debió jurar en hebreo.

Le hubiera bastado seguir la estrategia trazada por los dos McLaren o por el Red Bull de Vettel. Era tan fácil, tan sencillo. Por eso llegaron los lloros en el garage, por eso el mismísimo Luca di Montezemolo tuvo salir en defensa de Alonso. El nano no tenía culpa de nada. Y perdió. ¡Ay, si Enzo Ferrari levantara la cabeza!