CACEREÑO 0: Félix Campo; Diego, Jurado, Guy, Caballero; Alex Tejada, Mauricio, Cobos, Tete; Pedro García y Diego Morgado (min. 72, Pablo).

ECIJA 0: Arrúe; Méndez, Zabala, Cardoso, Montero; Romerito, Mariano, Jorge García (min. 80, Rubén Cuesta), Bomba (min. 56, Pichardo), Camacho (min. 88, Díaz; Espejo.

ARBITRO: Arenal Gómez. Bien. Tarjetas a los locales Guy, Mauricio y Tete y a los visitantes Zabala, Montero, Camacho, Mariano y Espejo.

INCIDENCIAS: Minuto de silencio por las víctimas de la masacre de Madrid. El entrenador, Ismael Díaz, fue abucheado por el público.

Dos escenas resumen el estado de cosas en el equipo más histórico de Cáceres. Ayer, tras el Cacereño-Ecija (0-0, nuevo y enésimo traspié), el presidente, Félix Campo, escuchaba a un aficionado cómo éste le expresaba sus quejas sobre el devenir de este pobre equipo. Durante el partido, otra estampa inédita en los 30 años de historia del estadio Príncipe Felipe: el público pidiendo la dimisión del entrenador, Ismael Díaz.

Y es que este Cacereño no juega a nada. El propio entrenador visitante, Paco Chaparro, afirmó en la rueda de prensa final que el conjunto verde del año pasado "estaba mucho mejor". La nada sesuda afirmación de Paco Chaparro era pura lógica. El proyecto de Díaz es una pifia, aun obrándose el milagro final de la permanencia, circunstancia que se aventura difícil, pero que es, pese a todo, posible.

Este equipo, enormemente honrado, está al mismo tiempo tan limitado por sus carencias técnicas que ni siquiera en un grupo en el que el nivel es inferior al del pasado año puede sobrevivir con cierta dignidad. Sólo dos futbolistas pueden desequilibrar: Cobos, que se pasa el día corriendo impotente y estúpidamente --quizá por esa propia impotencia-- detrás del balón y un chavalito pacense llamado Tete, un menudo futbolista lleno de talento del que, en teoría, un club como el Cacereño no debería depender.

FRACASO Además, la pura práctica dice que los otros destacados --Félix Campo y Guy fundamentalmente-- son futbolistas que ya estaban la temporada pasada, con lo que la política de fichajes de Ismael Díaz ha sido un fracaso de proporciones esperpénticas. Un ejemplo y otra imagen significativa de ayer: Jorge García, ahora en el Ecija, fue despedido con una sonora ovación por el público. Sobra, incluso, la apostilla.

Con todo el desaguisado que se ha preparado este año, el Cacereño, jaleado por su orgullo, hace partidos como el de ayer, en el que incluso tiene sus opciones de ganar. Es tanta su honradez que sus carencias las disimula por momentos. No contó, como dijo su entrenador, con un "sinfín de oportunidades de gol", pero sí un par clarísimas: un remate sin portero de Cobos (min. 6) que se fue alto y un lanzamiento de Tete que salvaron un defensa y el larguero visitantes (min. 67). Muy poco más.

El encuentro se desarrolló entre la falta de creatividad de unos y otros, acreditada con creces a lo largo de 90 minutos de fútbol aletargado, cansino y sin chispa. El Cacereño, bien atrás, al menos no contó las oportunidades astigitanas en gol, como ha venido sucediendo en anteriores choques. Jorge, el anhelado Jorge, tuvo un par de ellas y sus envenenados lanzamientos de falta al área creaban siempre un halo de inquietud.

Félix se sacó un paradón a tiro de Bomba en el minuto 11 y el propio meta evitó otro tanto a tiro de Jorge a principios del segundo tiempo. Pichardo, solo, falló un gol cantado en la jugada anterior al larguero de Tete.

Es tal el divorcio de la grada con el técnico que, aun cuando el equipo tenía opciones de vencer, en los últimos seis minutos, la atención se desvió a los gritos de ´dimisión, dimisión´ dirigidos a Ismael Díaz, a quien se culpa, con unos argumentos que se ven en los resultados --¿quién no es resultadista en el fútbol?-- del desastre montado para esta temporada. Y el presidente, que al menos hasta ayer mantenía su confianza en el técnico, manifestaba estar "jodido" con la situación. Lógico. Y es que su empeño en defender lo ya indefendible le puede costar caro o, en el caso de salir airoso, alardear de héroe. Y el celebérrimo entorno, deseoso de equivocarse.