LOGROÑES: Miguel; Barreda, Santelices, Borja, Paredes; Jacobo, Chevi; Titi (Carlos Fernández, minuto 76), Muneta (Iker Alegre, minuto 61), Milla; Luis Morán (Alvaro González, minuto 83).

CACEREÑO: Montiel; Palero, Mansilla (Kofi, min. 89), Gonzalo, Toni (Zubi, min. 75); Leo, Cuerva (Josete, min. 68); Pablo Gállego, Antonio Amaro, Valverde, Aarón.

GOLES: 1-0 (min. 48): Pere Milla. 1-1 (min. 95): Zubi.

ARBITRO: Montero De Lerma, colegio castellano-manchego. Amarilla a Borja (2A, roja en el 93), Alvaro (2A, roja en el 94); y Gállego.

In extremis. En la última jugada. Con polémica. A ello se agarra un Cacereño que salió con vida de Las Gaunas (1-). Zubi la pidió y la puso lejos del alcance de Miguel cuando estaba a punto de cumplirse el minuto 96 de partido. Por abajo y fuerte. Un punto. Un atisbo para creer en la permanencia con 180 minutos para que concluya la liga. Un final increíble, de esos que dejan a todos estupefactos. Una tremenda alegría para el Cacereño y sus fieles, algunos de los cuales ya daban por muerto al equipo. Tanto a los que respiran como los que se indignan al ver que una falta provoca dos expulsiones de dos futbolistas de la UD Logroñés. Precisamente, a eso se agarraba el cuadro visitante, a que el colegiado dio poco tiempo de añadido. El duelo duró hasta el minuto 96.

De partida, se jugó a lo que quiso y a lo que buscó el Cacereño. Ritmo pausado, que no ocurrieran muchas cosas, que abundaran las imprecisiones en el bando local, que la pelota estuviera en campo contrario-

La buena disposición táctica, el orden defensivo con una presión alta y una línea defensiva casi en el centro del campo propiciaban que la UD Logroñés no encontrara la manera de conectar por dentro.

La única manera de hilvanar era en horizontal y además sin viveza. Al necesitadísimo Cacereño se le veía a gusto. Sin prisas, sin agobios, sin dudas. Balones constantes sobre a Aarón para que peine, prolongue o genere una segunda jugada. Ahí Antonio Amaro, exjugador riojano, en contacto con el cuero, proponía, aunque sin profundidad. El juego era previsible, sin chispa, sin sorpresas.

Un balón a la espalda, un riesgo asumido con una zaga tan adelantada provocó la ocasión más clara de los riojanos. Pere Milla centró y a Muneta se le fue definitivamente el control; lo justo para que Montiel se anticipara, pero la pelota siguió en juego y Pere Milla se encontraba un rechace para marcar, aunque un defensor cacereño lo evitó en el primer palo.

La réplica, por así decirlo, vino acto seguido en una contra del Cacereño que tuvo su origen en un primoroso control de Valverde que le permitió encontrar una autopista para llegar al área, citar a Santelices y probar fortuna con el tiro, pero el central tapó de manera milagrosa.

DESEQUILIBRIO El choque se espasaba por momentos. Tanta ausencia de combinación generó pérdidas o balones sueltos como al que estuvo a punto de llegar Amaro antes que Miguel. La desesperación local era clara cuando el recurso más habitual era el balón largo que acaba en posesión para los visitantes.

Los pupilos de Angel Marcos estaban ganando la partida de ajedrez a una UD Logroñés que no podía correr, que no fluía por dentro para después dar amplitud a su juego y que, sobre todo, no encontraba el ritmo para desestabilizar a un Cacereño sensato en sus intenciones.

Pero el fútbol vive del gol y eso fue lo que encontró la UD Logroñés a la vuelta de los vestuarios. Más decidido el perfil diestro del ataque riojanao incrementó su protagonismo. Primero Titi puso un par de balones que no encontraron rematador y después Chevi, con fortuna, se inventó una jugada por ese costado y asistir a Pere Milla para desequilibrar el choque.

Dudas en el Cacereño por saber qué hacer. Y mientras lo pensaba, Borja pudo dejar el duelo sentenciado si su cabezazo, tras una falta lateral, no se hubiese topado con el larguero o si Luis Morán no hubiese sido tan inocente con un tiro tras revolverse dentro del área para que atajar sin problemas el meta verde Montiel o si Titi, en una contra, no se hubiera recreado en exceso ante el meta cacereño.

Los visitantes seguían estando en el partido, pero les faltaba generar ocasiones y creer en ellos mismos. Dos jugadas consecutivas, tiro flojo y centrado de Josete y un remate de cabeza de Amaro que se marchó fuera, parecieron animar a un bloque que sabía que en cualquier momento, con los espacios que había, la UD Logroñés iba a cerrar el encuentro. Carlos Fernández la tuvo para ello tras un buen pase de Iker Alegre.

EL MOMENTO CULMEN Pero entonces vino la segunda amarilla para Borja en el minuto 93. Se sacó la falta y le golpeó en la mano a Alvaro González, que ya tenía una tarjeta. Zubi, que había salido 15 minutos antes y hambriento de gloria, reclamó la atención. La puso abajo, imposible para Miguel. Un punto de esperanza, un punto que debería ser un punto de partida para un pequeño gran milagro.

El sábado, a las 18.00 horas, llegará al Príncipe Felipe el descendido Peña Sport. Después se viajará a Estella, ante el Izarra, que no se jugará nada entonces. Pero lo peor para el CPC es que ahora no depende de sí mismo. Sigue al límíte, desde luego, pero sigue vivo. Ayer, al filo del 95, estaba casi muerto y enterrado. Pero en el fútbol todo --o casi todo-- es posible. Hasta que el Cacereño empate en el minuto 95. Tremendo balón de oxígeno, pero aún se está en la UCI.