Manolo Hussein ha terminado la temporada en el banquillo del Cáceres porque ninguno de los candidatos que tenía el club para sustituirle aceptó el cargo. El más llamativo de ellos fue el aún jugador Juan Antonio Orenga, que, ya con el título de entrenador nacional en el bolsillo, recibió la sugerencia del club de colgar las botas y hacerse cargo inmediatamente de la dirección técnica. Esto ocurrió, según ha podido confirmar EL PERIODICO EXTREMADURA, después de la derrota en la cancha del Manresa, el pasado día 8 de marzo.

Orenga respondió que se sentía útil aún para ayudar en la pista y que veía que la situación podía arreglarse con Hussein en el banquillo, por lo que no hubo cambio.

No fue la única tentativa del presidente del Cáceres, José María Bermejo, que en al menos dos ocasiones intentó lo mismo con Ñete Bohigas, el entrenador del campeón de la liga regular de la LEB-2, el Plasencia. El técnico, que ha pasado la mayor parte de su carrera en el Cáceres como ayudante de Martín Fariñas, Manel Comas, Manolo Flores, José Alberto Pesquera y Luis Casimiro, tampoco accedió a llevar a cabo su regreso, alegando que no podía dejar al club jerteño tirado en plena temporada. Ahora es el casi unánime candidato para dirigir el hipotético proyecto LEB del Cáceres, aunque antes está centrado en intentar el ascenso con el Plasencia.

HASTA FARIÑAS

Con la confianza y la comunicación totalmente perdidas con Hussein, Bermejo llegó a llamar a las puertas de Martín Fariñas, director deportivo del club y entrenador con el que se logró subir en 1992. Su respuesta fue que había que seguir con Hussein, que el equipo podía salir adelante y que él no podía hacerse cargo por motivos personales y profesionales.

Era principios de marzo y la situación no se alteró. El equipo encadenó tres victorias consecutivas (Casademont, Caja San Fernando y Granada) y reimpulsó considerablemente sus opciones de salvación, aunque después llegarían nueve derrotas seguidas que le sepultaron en el penúltimo puesto. Ya con el descenso en el bolsillo hace cuatro jornadas, el despido ya no tenía sentido.