El cacereñismo está agitado. La confirmación pública por parte de los dueños del club de estar abiertos a la venta ha desperezado a una afición, que parece recobrar la ilusión con la noticia. Es la ´comidilla´ a la hora del desayuno en los bares más castizos de la ciudad. Todos elucubran teorías sobre lo que puede ocurrir a partir de ahora. Lo que está claro es que parece vislumbrarse el advenimiento de una nueva etapa. Una consigna, por encima de todas. "Este es el momento de recuperar el Cacereño. No podemos dejarla pasar", se dice en las tertulias levantando la voz y agitando las manos. Recuperando, en definitiva, la pasión y ese indefinible formar parte de un sentimiento.

Algunos tienen claro que ésta vez sí. Que en esta ocasión no se va a dejar pasar la ocasión. Que el Ayuntamiento respaldará cualquier proyecto que surga de las entrañas de la ciudad o cualquier intentona regionalista para desembarcar en el club. Qué también se involucrarán otras instituciones provincianeles y regionales...

Sin embargo, dentro de este espectro optimista queda siempre un resquicio para la duda. Una duda que cuanto más se exprime más acaba convirtiéndose en desencanto. "No me creo nada de los Campo", es otra de las frases más escuchadas. Los de Salamanca, siempre bajo sospecha. El deseo por su marcha es tal que el cacereñismo anda encendido. Elucubrando. Algunos pondrían, sin dudar, velas a los santos. Otros memorizan olvidados rezos. Todo por ver a los Campo lejos del Príncipe Felipe.