Dicen sus allegados que le ha perdido el dedo índice de la mano derecha. El mismo que acercó a la cara de Florentino Pérez en la noche de la celebración del 29 título de Liga del Madrid hace una semana. Fue bien entrada la madrugada, durante una de las discusiones que los capitanes blancos mantuvieron con el presidente, a propósito de la negativa a cumplimentar a las instituciones madrileñas el día siguiente. Y fue probablemente en ese momento cuando Pérez decidió que la carrera madridista de Fernando Hierro (Vélez Málaga, 1968) había llegado a su fin.

EL PRECEDENTE

Se trató de la repetición, corregida y aumentada, del altercado vivido en Mónaco tras la conquista de la Supercopa de Europa el último verano, cuando Ronaldo estaba a punto de desembarcar en el madridismo en detrimento de Fernando Morientes. El presidente del Madrid tuvo claro en ese momento que el apretón de manos con que habían sellado, dos meses antes, el compromiso verbal de su renovación no le obligaba a nada. Hierro había vuelto a equivocar los papeles y lo mejor para la buena marcha de la empresa era su salida del club, pese a quien le pese, que no son tantos. Muchos menos de los que se han quejado de la forma en que se ha enseñado la puerta a Vicente del Bosque. Y menos todavía entre los árbitros, que han tenido que aguantar ese dedo amenazante, esa actitud intimidatoria y consentida con la que en tantos partidos intentó mediatizar sus decisiones.

Hay quien asegura que llegó al Madrid cabreado. Fue en 1989 y lo hacía procedente del Valladolid después de romper de un día para otro un acuerdo con el Atlético, con cuya camiseta llegó a ser presentado en el Calderón. En aquella ocasión, su palabra valió tanto como ahora la de Pérez.

Los hay que también piensan que su carácter se agrió cuando se vio obligado a retrasar su posición a la de defensa después de haber completado una temporada espectacular como centrocampista en la campaña 1991-92, cuando marcó 21 goles. "Yo no he nacido defensa, mi vocación está más cerca del área del rival que de la propia. Me gusta más jugar en el centro, incluso de mediapunta, como con Antic. En esa Liga me sentí realizado", decía en 1995, el mismo año en que exteriorizaba sus celos respecto a otros compañeros: "He tenido mala suerte en el Madrid. Estoy a caballo entre los veteranos de la quinta y los jóvenes que salen con fuerza, y quizá por eso no tengo el carisma de otros".

CONVIVENCIA DIFICIL

Ese cierto complejo de inferioridad ya se manifestaba entonces también en aspectos más prosaicos de la convivencia en el vestuario madridista. Son históricos sus enfados por los apodos que le colocaron sus propios colegas, a cuenta de sus dificultades para expresarse o de sus defectos físicos. Circunstancias que fueron forjando su personalidad mientras quemaba etapas y ascendía hasta la capitanía del equipo sin que su talante se dulcificara. "Está peleado con el mundo", decía en 1999 uno de los jugadores con quien mejor relación ha mantenido, cuando se cumplían varios meses del silencio que se impuso con la prensa, al tiempo que mantenía diferencias con el presidente y varios compañeros.

Curiosamente, sus discrepancias con el presidente Lorenzo Sanz desaparecieron con la revisión de su contrato. Esta vez no hay vuelta de hoja. Eso sí, ahí quedan sus 601 partidos en 14 temporadas en el Madrid, cinco Ligas, tres Ligas de Campeones, dos Intercontinentales, una Copa del Rey y una Supercopa de Europa, además de 89 partidos con la selección.