El autocar del Astana es de alquiler. Se ha contratado en Italia porque Lance Armstrong se quedó con todo y el nuevo vehículo, con las máximas comodidades, no ha podido estar listo para el Tour. Alberto Contador se ducha en el interior. Se refresca menos tiempo del que le gustaría porque son nueve los ciclistas que deben asearse. El agua sale caliente sin necesidad de abrir el grifo rojo. Fuera la temperatura supera los 35 grados. "Ha sido insoportable. Larguísimo". Es la explicación del español. "El desgaste azota al pelotón", añade.

El público sigue la carrera en bañadores y biquinis. Asusta pensar en lo que puede pasar en los Pirineos si no refresca. "Nunca había visto a la gente tan castigada", resume Faustino Muñoz, mecánico de Contador, que lo fue también de Joseba Beloki tal día como ayer cuando se estrelló en el descenso de la cota de la Rochette. Una placa recuerda el pasillo por el que Armstrong salvó campo a través la caída del vasco.

FUGA AUTORIZADA Más de cinco horas expuestos al sol. Miles de litros de agua consumidos o echados sobre la cabeza o la nuca. Contador medita la pregunta de cuántos bidones ha utilizado. "20. No, 25, lo que supone unos 15 litros de agua bebidos. El resto ha sido para refrescarme, para echarme el agua por encima". El rodar del pelotón ha sido tranquilo. En el orden del día figuraba la autorización de una fuga. Casi 15 minutos de ventaja en la meta. Victoria del portugués Sergio Paulinho. Primer triunfo del RadioShack de Armstrong en el Tour. Por segundo día, el Caisse dIEpargne de Eusebio Unzué se conformó al final con la segunda plaza. A nadie le sienta bien este calor tan asfixiante.