El viernes, en el partido Cáceres-Melilla, de la Liga LEB, más de uno coincidía en el comentario sobre lo que estaba viendo: "¡Qué diferencia de categoría!", ante el evidente menor nivel de la división de plata de baloncesto en relación a la lujosa ACB. Y la distancia es, en efecto, sideral, ya que la calidad de la mejor liga de Europa es muy grande.

El lamento del público cacereño tiene su lógica, a los pocos meses de terminar una etapa dorada vivida durante once años.

Pero uno cree que a Cáceres quizá le venga bien el cambio. Como ya se ha dicho más de una vez, recurriendo de nuevo al chascarrillo de grada, "ya nos acordaremos de la ACB cuando no la tengamos". Y así ocurre: no se valoran las cosas en su justa medida hasta que no se pierden.

Igual que en Cáceres echarán de menos el baloncesto de primera categoría, en Mérida y Almendralejo tendrán nostalgia de Primera, e incluso el sempiterno Segunda , el Badajoz, se verá ahora extraño en Segunda B.

Todo, en cualquier caso, tiene su momento. En poco tiempo, en Cáceres nos acostumbraremos al status LEB, sobre todo si el equipo está arriba; en Badajoz, con la Segunda B. Lo realmente bonito es lo que pasa ahora en Plasencia: la euforia se ha instalado con su club de baloncesto porque están en una categoría mayor que el pasado año y, como añadidura, empiezan ganando. No está mal.