Son sólo síntomas. No debe ser algo para alarmarse. Pero el Barcelona lleva tres semanas sin ganar un partido. Y eso, claro, no le gusta nada a Rijkaard. Lo que sí resulta preocupante para el técnico es que el equipo no entienda el mensaje que le ha dado en los últimos días. Esta temporada, después de la conquista de la Liga, los rivales saben cómo juega el campeón. Y tienen aprendida la lección. Para evitar que se repitan empates como el de Vitoria, en la primera jornada, el Bar§a tiene que reinventarse tácticamente. No tanto en su estilo --el 4-3-3 ya está muy definido-- sino en su interpretación.

Rijkaard lo sabe. Los jugadores, también. El Barcelona hace daño de verdad cuando juega de forma compacta, ahogando al rival con una asfixiante presión desde los delanteros. Ahí el papel de Samuel Eto´o y Ludovic Giuly es determinante.

Si el conjunto azulgrana no presiona desde arriba, quedan al descubierto algunas de sus lagunas y se convierte en muy previsible. De ahí que el entrenador reclame una y otra vez "jugar como un equipo".

A partir del trabajo colectivo, sin excesiva distancia entre las líneas, es cuando el Bar§a puede exprimir su talento individual, como ocurrió en la ida de la final de la Supercopa ante el Betis. Para Rijkaard no hay duda sobre la actitud del equipo. No teme que el Bar§a se haya saciado ya con la Liga y cree que sus jugadores siguen teniendo hambre de éxitos, pero necesita que lo demuestren pronto para enterrar esas dudas abiertas tras tres semanas sin triunfos.