Se llama Juan Ramón Carrapiso, tiene 30 años y su último logro ha sido la consecución de cuatro medallas de oro en el Encuentro Iberoamericano celebrado en Huelva. Tiene una parálisis cerebral, pero ello no le impide ser uno de los deportistas extremeños --él así se considera, pese a haber nacido en San Sebastián-- que cuenta con un mejor currículum de la actualidad: lleva la friolera de diez años ganando medallas nacionales en las pruebas de velocidad.

El atleta, curiosamente hijo del presidente de la Federación Extremeña, Francisco Carrapiso, es un ejemplo tremendo de superación: además de sus logros como deportista, es un "trabajador intachable", según asegura su propio padre y jefe en la empresa de materiales eléctricos que posee en Cáceres. "Es uno más siempre", insiste Carrapiso, quien ve en su descendencia un caso especial de supervivencia psicológica conseguida a través del deporte, resonantes logros atléticos al margen.

"Le encanta su trabajo. Tiene un comportamiento fantástico siempre. A veces hay que decirle que pare porque se mete demasiado en el papel y hace más de lo que se le exige". Carrapiso hijo mira a su padre con complacencia y agradecimiento y asiente con los halagos. Su marca en 100 metros, 12,10 lo dice todo: tanto en esta disciplina como en 200 metros (25,56) está entre los cinco mejores del mundo.

Doble misión

Todos los días entrena tres horas bajo la supervisión del experto padre, a las que hay que añadir las que acumula en la oficina. "Es un vicioso del trabajo y del atletismo", añade mientras el motivadísimo atleta balbucea palabras con una motivación vital fuera de lo común, la misma que le ha llevado a progresar, como persona y deportista, durante los últimos años con una fortaleza que ha sorprendido a todos los que le rodean. El ejemplo de integración no puede ser más elocuente.

Le gustaba el fútbol, pero, según explica el valedor-progenitor, "le convenía más el atletismo, ya que depende más de sí mismo, con las marcas a realizar y para una persona discapacitada como él"

Su técnica aún tiene que pulirse. Y casi cada día sus progresos son mayores, Es asimétrico y su correr, aparte de rápido, es más elegante. También se estimula su profesionalidad como empleado: ejerce como comercial, una tarea nada fácil, pero que para él es especialmente motivante diariamente.

Sobre el lenguaje y la psicomotricidad, se encuentra también cada día mejor. Le cuesta hablar, pero lo hace cada vez con más desenvoltura. Nada puede con él. Ni los rivales, ni su minusvalía, ni siquiera sus clientes más exigentes: es un auténtico campeón, un número uno del deporte... y de la empresa. Capacitado y campeón, vaya.