Ha sido un verano atípico el que hemos vivido en lo deportivo en general y lo futbolístico en particular. Sin Juegos Olímpicos ni Mundial de fútbol, pareciese como si el estío fuera más plano.

Pero no. Hemos estado realmente entretenidos. Ha sido muy especial lo ocurrido con el Extremadura, club relanzado con los nuevos inversores, los mismos que posibilitaron los fichajes que llevaron a la permanencia y los mismos que en los últimos meses han hecho que se confeccione un ‘dream team’ de Segunda B. Hay quien dice que la apuesta es arriesgada. Puede, pero es bastante evidente que se ha generado una ilusión espectacular. Se ha rebasado la barrera de los 5.000 socios en una localidad, Almendralejo, que apenas sobrepasa los 30.000 habitantes. Y es Segunda División B. Indescriptible.

Mientras tanto, en el Cacereño ha ido todo infinitamente más lento. Durante más de un mes hemos estado ‘entretenidos’ con, al final, la no venta al empresario arroyano Juan Bermejo, en principio apoyado por una decena de cacereños. No ha salido la operación y la entidad, instalada en la depresión tras frustrase su vuelta a Segunda B tras un campañón, ha generado todo tipo de dudas. Por poner un ejemplo, hasta hace una semana no se ha iniciado la campaña de socios. Eso es que algo no ha ido bien. El decano, en manos de alguien que lo llevó a la categoría de bronce pero que se ha cansado de poner dinero (aunque sigue poniéndolo, ojo, pese a ser una cantidad ya menor) necesita un cambio de manos con urgencia.

El fútbol es tan cambiante como la vida misma. Y está hecho de pasión. En estos tiempos se goza en Almendralejo y se sufre en Cáceres; se reivindica en Mérida; se consolida en Villanueva de la Serena y revive con fuerza en Plasencia. También Resurge en Badajoz y se hace grande, abran paso, en Coria o Azuaga.