Los Mitsubishi de los franceses Stéphane Peterhansel y Luc Alphand dieron ayer un golpe de estado en el rally Dakar para destronar la hegemonía de los Volkswagen, empantanados entre Tichit y Nema donde naufragaron el español Carlos Sainz y el sudafricano Giniel de Villiers.

Víctimas de averías mecánicas, ambos Tuareg llegaron a la meta remolcados y dejaron expedito el camino a los Montero, que sólo tendrán que conservar su mecánica para subir por séptimo año consecutivo a lo más alto del podium de Dakar.

Sainz volvió a estrellar su conducción contra la mecánica y, si el domingo salió tocado tras conducir 300 kilómetros sin dirección asistida, ayer quedó hundido por una avería eléctrica que le detuvo en el kilómetro 325 de la especial de casi 500. La ayuda de sus compañeros Mark Miller y Carlos Sousa no hizo arrancar el vehículo, que llegó remolcado a la meta.

Por segundo día consecutivo a Sainz le abandonó el coche cuando mejor marchaba, cuando había marcado los mejores tiempos en todos los pasos cronometrados y cuando había empezado a soñar con una remontada que le reenganchara al Dakar.