El deporte femenino español sigue de enhorabuena. A los éxitos de Mireia Belmonte, Ruth Beitia o las chicas del waterpolo y la sincronizada, hay que añadir la gesta histórica lograda ayer por Carolina Marín, una simpática onubense de 21 años. Después de conquistar el Europeo de bádminton en abril en Kazán, dio un paso más en Copenhague, donde se convirtió en la primera española que logra una medalla de oro en los mundiales de una disciplina demasiado olvidada, un deporte olímpico que cuenta con una nueva diosa.

Envuelta con la bandera de España y con lágrimas en los ojos, Carolina celebró a lo grande su título mundial tras un torneo genial. La onubense se presentó a la cita siendo la 10 del ránking mundial y la única europea de las 15 primeras en una lista tiranizada por las asiáticas. Su éxito resulta casi milagroso si se tiene en cuenta que en España no se llega a las 7.000 licencias federativas, mientras en China hay 100 millones de practicantes. Pero ayer nada pudo frenar a la andaluza, que derribó la muralla para hacer historia.

AL ESTILO NADAL Marín se impuso en la final a la china Li Xuerui en tres sets (17-21, 21-17 y 21-18). No era una rival cualquiera. Era la número uno del mundo y campeona olímpica. La brava onubense cedió el primer set pero incrementó su intensidad y agresividad. Miró a los ojos a su rival y se dejó el alma para firmar una sorpresa monumental, apoyada por el público danés. "No tengo palabras para decir lo que siento. Muchas gracias por todo el apoyo. Mi entrenador Fernando me dijo que si quería ganar tenía que luchar al máximo y darlo todo. Era la única forma. Y así lo hice", resumió la campeona. Carolina, hija única de padres separados, se acordó también de su familia y amigos. En su Huelva natal, en el bar terraza Parque Moret, se reunieron centenares de aficionados para disfrutar de una proeza. La campeona mundial se había enfrentado antes tres veces a su rival de ayer y siempre había caído. Ayer cambió el guion. Antes de tumbar a la número uno mundial, también se había deshecho de la número tres, la china Yihan Wang, y la número 8, la taiwanesa Tzu Ying Tai. Fernando Rivas, el técnico que cambió el rumbo de Carolina cuando le propuso ir a entrenar al CAR de Madrid a los 14 años, estuvo también presente en los agradecimientos de la campeona. "Sus palabras me ayudaron a remontar", dijo la andaluza, que celebró el oro mordiendo la medalla como lo hace Rafa Nadal, su gran ídolo. En la pista tienen un espíritu muy similar. Son dos guerreros incansables. "Nadal lucha todas las pelotas, yo peleo por todos los volantes. ¡Lo admiro tanto!", recordaba después de proclamarse campeona del mundo.

COMO SERPIENTES El reto de Carolina siempre ha sido acabar con el dominio de las chinas. "Si no gritas no eres nadie contra ellas. Hay que ser como las serpientes, meter el diente y no rendirse jamás", explica la campeona, un referente en Indonesia. Allí firma autógrafos, le piden fotos, camisetas... En Asia se puede vivir de este deporte. En España, con escasos patrocinadores, es complicado.

Sus ojos ya están puestos en los JJOO de Río, donde espera culminar una maravillosa progresión. A los 8 años fue por primera vez a un partido de bádminton junto a su amiga Laura. A los 12 dejó el flamenco y decidió dedicarse por completo a la raqueta. A los 14 ya estaba en Madrid. Campeona de Europa sub-17 y sub-19 antes de lograr el título absoluto continental en abril, ayer alcanzó la cima. "Es un orgulo para España contar con una pionera de un deporte maravilloso. Su triunfo es una gesta histórica admirable", aseguró Miguel Cardenal, secretario de Estado para el Deporte.