El pasado martes, este periódico publicaba un amplio reportaje sobre el Cefo, club femenino de fútbol sala radicado en Villanueva de la Serena y máximo representante extremeño de este deporte, ya que milita en la Segunda División nacional.

Me gusta siempre dar relevancia a proyectos humildes que alcanzan cotas impensadas. Siempre pongo el ejemplo del Arroyo de voleibol, para mí el de un mayor mérito de los últimos tiempos en el deporte regional. Enterándome de detalles sobre el Cefo, ahora dudo si no tiene más esta modestísima entidad. La mitad de las jugadoras viven en Cáceres, y viajan a entrenar entre semana a Villanueva, lo cual ya quiere decir todo.

Pero hay mucho más. Apenas 12.000 euros de presupuesto dan para muy poco... o para mucho, según se mire. Las chicas de Ana Pérez, la entrenadora que las conduce tan excepcionalmente, viajan cada dos fines de semana la mayoría de las veces a lugares tan lejanos como Murcia o Valencia, conj todo lo que ello supone. Y además lo hacen con el tiempo justo en su particular furgoneta para jugar el partido liguero correspondiente y volver. Sí. Porque eso de ir a un hotel siquiera a descansar unas horas es poco menos que una entelequia. Tremendo.

Lo hacen todo sacrificando tiempo de sus respectivas familias e incluso de sus estudios. Y eso dice mucho en favor de estas deportistas con mayúsculas, unas chicas excepcionales a las que el fútbol sala les priva tan extraordinariamente que no les importa aparcar lo estrictamente personal por seguir formando parte de este proyecto.

Las chicas del Cefo han terminado este fin de semana en el séptimo puesto tras vencer al Monachil, el subcampeón liguero. Increíble logro, teniendo en cuenta que iniciaron el campeonato muy mal. Bravo por nuestras chicas. Son nuestras campeonas.