No hubo carrera. O sí. La ganó, de forma magistral, casi inesperadamente --pues hasta ayer solo había sido capaz de vencer en Montmeló--, el italiano Andrea Dovizioso, que ha reducido los 27 puntos que le llevaba Jorge Lorenzo a sólo 13, lo que obliga al mallorquín a terminar, como mínimo, en cuarta posición en el Gran Premio de la Comunidad Valenciana, que se disputará, el próximo 29 de octubre, en Cheste, si no quiere depender de los demás.

La carrera solo tuvo color en su parte delantera, donde las Aprilia de Alex de Angelis (tercero) y Roberto Locatelli (cuarto), así como la KTM de Hiroshi Aoyama (segundo), intentaron, sin conseguirlo, amargarle la victoria a Dovi en beneficio de Lorenzo (quinto). El joven mallorquín, que vivió amargado toda la carrera, viéndose incluso obligado a jugarse el bigote para superar a Yuki Takahashi (sexto) y Marco Simoncelli (séptimo), supo ayer lo que es la presión cuando, como dirían los maestros tenísticos, hay que cerrar el partido. Lorenzo perdió ayer su primera pelota de partido. Tiene otra, cierto, pero ahora peligra más que nunca, pues en Valencia no puede permitirse el lujo de repetir la que ya es la peor clasificación de todo el año, su quinto puesto de ayer.

UNA MOTO VELOZ La desesperación en el box Fortuna-Aprilia fue total, sobre todo entre técnicos y mecánicos, pues aunque Lorenzo intentó sembrar la duda --"el equipo siempre quiere ganar, pero espero que en Valencia la moto corra más"--, la telemetría confirmaba que la moto del mallorquín era de las más veloces de la parrilla. Así que el motivo por el que Lorenzo perdió esta primera oportunidad de lograr el título fue más mental que mecánico.

De ahí que los responsables del equipo, liderado por Dani Amatriain, Juanito Llans y Marcos Hirsch, preparador físico y amigo de Lorenzo, lo primero que hicieron ayer tras llegar al box fue llevárselo en volandas a la oficina del camión. Y allí le dejaron desahogarse, golpear, tal vez, algún armario, patear más de una silla, estrellar sus guantes contra las paredes y todo aquello que caracterizaba al viejo Lorenzo. Y, en efecto, apareció en escena otro Lorenzo. Un Lorenzo que reconocía que algo había pasado: "Tal vez esperabais a una bestia ante vosotros, ¿verdad? Pues no, aquí hay un señor que quiere ser un señor campeón". Un señor que ayer pidió ayuda a su equipo, a Aprilia y a todos sus pilotos: "Aunque me creo capaz de ganar solo, espero que Aprilia me eche una mano si es necesario y sé que lo hará". La razón de la derrota de ayer no es otra que "la falta de ritmo, incomparable con los de cabeza".

Lorenzo, que se mostró agarrotado, incapaz de dominar el eufórico ambiente que se vivía a su alrededor, ya había fallado en el warm-up, el entrenamiento de un cuarto de hora que se realiza dos horas antes de la carrera. "Es evidente que es más difícil correr para no ganar, para acabar cuarto o detrás de un adversario determinado, que salir a ganar", explicó el todavía líder del Mundial de 250cc.