China le sigue rindiendo cuentas a la Historia: a la muralla más extensa, el tren más alto o la presa más grande del mundo añadió el viernes la mejor ceremonia olímpica. De la Gran Muralla se recuerda que el sufrimiento humano no sirvió para frenar a los mongoles, el tren al Tíbet se asocia a su factura medioambiental y la disolución de la cultura local, y no hay referencia a la Presa de las Tres Gargantas que olvide los millones de desplazados. Pero no hay queja de la ceremonia de apertura de los Juegos de Pekín.

En ese afán gigantista hay algo del nuevo rico que intenta superar un sentimiento de inferioridad alimentado durante dos siglos como paria global. Se sabía que la ceremonia pasaría a la historia como la más cara y la que juntara a más actores. Y sorprendió, además, por brillante. Hay acuerdo en la prensa global que la tamborilada inicial, los contorsionistas-calígrafos y las etéreas zancadas de Li Ning en pos de la antorcha son momentos grapados ya al olimpismo. La apertura mezcló la sutileza del primer Zhang Yimou con la grandilocuencia de su etapa hollywoodiense.

CRITICAS IGNORANTES Solo la presencia del Ejército, que acercó e izó la bandera olímpica, recibió críticas tan escasas como ignorantes. El Ejército es la institución más valorada en China, la última trinchera del altruismo confuciano en un país ya rendido a la religión del dinero. Lo forman hijos de campesinos prestos a deslomarse en grandes desgracias, como en el terremoto de Sichuan.

Reconocido globalmente el éxito, la lectura de la prensa extranjera y china no fue ayer el habitual ejercicio esquizofrénico. "Pekín ofrece una ceremonia legendaria" o "La Tierra divina está llena de preciosas sorpresas" explicaba ayer el People Daily, el órgano oficial del Partido Comunista. "La nación inauguró los JJOO con una espectacular explosión de magia y fuegos artificiales que dibujó la historia antigua con la tecnología más moderna", contaba el Shanghay Daily. "La civilización china se desplegó a lo largo de un fascinante ceremonia", se leía en el China Daily, el diario en inglés más vendido. Su editorial anunciaba que China "acelerará sus cambios con los JJOO, se abrirá más al mundo y jugará un papel de socio responsable".

CHINOS EN EL EXILIO Desde Hong Kong, donde respira la única prensa libre de China, el South China Mourning Post hablaba de un "chispeante pergamino a través de la historia china con un final de ensueño". "Lo logramos" y "¿Por qué el mundo nos odia?" fueron la tónica en la prensa nacional, en plena soflama nacionalista por el éxito internacional.

"Sabía que podíamos hacerlo bien, pero nunca pensé que tanto", opinaba ayer en Pekín Wu Chang, una vendedora ambulante de diarios. El éxito despertó a los chinos exiliados, sufridores de prejuicios en inferioridad numérica. El diario londinense The Guardian incluía la opinión de uno: "¿Por qué hay tanta gente en occidente tan deseosa de golpear en la cara de China sin tener el menor conocimiento del país, su cultura y la gente?". En un diario de EEUU, otro juzgaba los JJOO como una oportunidad única para finiquitar las opiniones preconcebidas: "La China real está lista para mostrarse al mundo", avanzaba.

VERSION SIMPLISTA La encuesta de un portal chino revelaba que al 90 % le agradó la ceremonia. Entre toneladas de halagos, la red mostraba las únicas críticas sesudas, corolario de que el pueblo chino es capaz de pensar, una evidencia que no está de más recordar. Wei Yingjie aludía a que los medios que empleó Zhang solo son factibles en China: "Se benefició de que aquí la perfección se consigue a cualquier coste. Bush debía estar impresionado en la ceremonia, pensando que si él hace eso en su país, se hubiera desatado una revuelta de contribuyentes".

El diario Song Shinan juzga la ceremonia de tan espectacular como vacía y acusa a Zhang de cocinar para el paladar occidental una versión estereotipada y simplista de la cultura china. "La ceremonia mostró la fuerza de China, pero no su cultura", sostiene.