El Ciudad Real consiguió una renta amplia de seis goles (30-24), pero en absoluto definitiva, para afrontar el partido de vuelta de las semifinales de la Liga de Campeones de balonmano frente al Montpellier. Los franceses salieron tocados , pero aún vivos, de un Quijote Arena fortificado por 5.200 gargantas.

El Montpellier le remontó 8 goles al Portland en la final de 2003 de esta máxima competición continental, un precedente que deberá tener en cuenta el Ciudad Real pese a que el equipo español se mostró ayer superior a su adversario.

MAL INICIO El equipo de Juan de Dios tardó en coger el ritmo de un partido de semifinales. Los franceses, con más experiencia que calidad, se aprovecharon cuanto pudieron de esa situación de incertidumbre inicial (1-5, 3-6).

El Ciudad Real se sobrepuso tras un cambio defensivo. Con un parcial de 5-0 tomó el mando para no soltarlo. Dujshebaev sacó su genialidad y maestría sobre el parqué para dirigir al equipo castellano manchego. Comenzó a ver al pivote Uríos, y entre ambos pusieron el contrapunto para que el partido adquiriese la obligada intensidad, que deparó un 16-11 al descanso.

Jugando al límite de la pasividad, con ataques largos, el conjunto francés mantuvo en cierta medida a raya a su rival y logró que la diferencia no se ampliase más.