Con el mejor ambiente del fútbol, en un coqueto estadio repleto con 129.000 apasionados motards , las dudas que genera la F-1, el cuerpo a cuerpo del boxeo, el choque del rugby, la presión del golf, la contundencia del tenis, la fortaleza del balonmano, el sonido de la Champions y el estruendo de las tracas, Cheste repartió ayer los títulos de 250cc y MotoGP, que fueron a parar a las manos de un emocionado Jorge Lorenzo (Aprilia) y de un sorprendido, aturdido, alucinado y feliz Nicky Hayden (Honda). Los dos se lo ganaron a pulso, pero los dos se coronaron gracias también a la ayuda de sus compañeros de marca y tras asistir, atónitos, a uno de los escasísimos errores que ha cometido, a lo largo de su brillantísima carrera, Valentino Rossi, que se cayó en la quinta vuelta de MotoGP.

CAIDA DE ROSSI Hacía 12 años que Italia no se quedaba a cero. España propinó ayer un buen cabezazo a lo Materazzi a los reyes del circo de las dos ruedas. Todo aquello que no ocurrió en la final de la F-1, allá lejos, en Brasil, donde el candidato, el líder, el favorito supo correr con cabeza, no cometer errores ni flirtear con el peligro, se produjo ayer en Cheste, de golpe, en el inicio del final. Después de que Héctor Faubel (Aprilia) ganase en 125cc y Alex de Angelis (Aprilia) consiguese ¡por fin!, en 250cc, la primera victoria de su vida tras ocho años en la élite y 113 grandes premios disputados, Rossi se descentró en la salida de MotoGP, se le escapó Hayden y las otras Honda, se puso nervioso --cosa rara en él-- y se cayó. Se levantó --¡es el heptacampeón!--, pero ya era tarde.

No era un día para demasiadas fantasías. El único que podía permitirse el lujo de vestirse de Superman, pese a terminar cuarto, era Alvaro Bautista, que sacó matrícula de honor antes que nadie, hace ya un montón de grandes premios. A los demás les tocaba sufrir. Incluso a Lorenzo, que ha terminado conquistando el título con una mezcla de sudor y lágrimas, pese a haber protagonizado una temporada pletórica con ocho victorias y 11 podios. Todos necesitaban de la ayuda de alguien para conquistar la corona. Y todos, absolutamente todos, la tuvieron. Falló el único que no falla nunca: El Doctor.

Lorenzo corrió ayer a lo Induráin. Y, como el monstruo navarro, dejó la victoria a los demás, se puso en manos de su equipo (Barberá y sobre todo Debón), que lo llevaron en volandas hacia el cetro soñado. Debón apareció en el momento en que a Giorgio le entró el miedo. Acudió al rescate y mantuvo a raya a Andrea Dovizioso durante 17 vueltas, aquellas en las que Lorenzo respiró tranquilo sabiendo

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