La gente se lo comía a besos. Alberto Contador no hizo esperar a las más de mil personas que se agolpaban en la puerta de la Iglesia Virgen del Soterraño de Barcarrota. Minutos antes llegaba su madre, acompañada de los abuelos del ganador del Tour de Francia. Su padre prefirió hacerlo con su hijo pequeño. Poco después, alrededor de las dos de la tarde, se veía venir un impresionante coche negro que se acercaba donde barcarroteños, curiosos y medios de comunicación le esperaban para tomar la primera instantánea.

Nerviosismo e impaciencia. Eso era lo que se reflejaba en las caras de los que parecían no creer lo que allí estaba sucediendo. Mientras tanto, otros gritaban "¡que ya viene!". De repente, se abrieron las puertas de ese flamante coche. Era, sin duda, Contador, acompañado de su novia.

Vestido con una camisa blanca y unos tejanos oscuros, con gesto feliz y muy sonriente, intentaba entrar en la iglesia pero mujeres, aficionados y pequeños no lo dejaban. "¡Alberto una foto, por favor!", "¿me firmas un autógrafo?", "¡yo quiero dos besos!", decían.

CON CARIÑO La iglesia, repleta de flores, daba la bienvenida a la nueva estrella del ciclismo. Paco, el sacerdote, tomaba la palabra para presentar a Alberto ante la patrona y seguidamente Contador y su madre Francisca hablaron ante el público.

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