Seguro que muchos de los cientos y cientos de extremeños que estos días acuden a fotografiarse e incluso besar el Trofeo de la Copa Mundial de la FIFA no lo saben, pero el dorado objeto no es el mismo que levantó Iker Casillas el pasado verano tras la victoria ante Holanda en la final de Johanesburgo. Es una reproducción: la copa que valió el gol de Andrés Iniesta en la prórroga se lo queda la FIFA y lo que se otorga al país ganador es una copia que no es de seis kilos de oro macizo, como el original, sino simplemente bañado.

Esto da exactamente igual a efectos de la pasión que se levantó ayer en Cáceres, Badajoz y Arroyo de la Luz, como el día anterior en Mérida, y la que se generará en los próximos en otras once localidades de la comunidad. El ejemplo cacereño fue contundente: miles de personas --¿3.000, 4.000, 5.000?-- hicieron cola durante horas en el Paseo de Cánovas para pasar apenas unos segundos con el trofeo, siendo partícipes una vez más de una victoria inolvidable. No les importó la ocasional lluvia ni el creciente frío. Lo importante era sentirla muy de cerca... y tocarla siempre que las medidas de seguridad lo permitiesen. La Copa se tenía que haber marchado a las diez de la noche, pero al igual que los miles de cacereños esperaron por verla, ella hizo lo mismo y no volvió a su caja metálica hasta que todo el que guardó cola pudo sentir de cerca su calor.

Dos horas de espera

Antonio Muñoz El Taranta y sus dos hijas, Mireia (13 años) y Lidia (10) se colocaron en las inmediaciones del Kiosko de la Música a las cuatro de la tarde y nadie les movió de allí hasta que a las 18.05 llegó la copa. "Estamos muy contentos. No importa que nos haya llovido durante un rato y que haga frío. La espera lo merece", contaba Antonio. Fueron los primeros en tocarla, líderes de una larguísima retahíla que se extendió incluso hasta la zona de la Fuente Luminosa en medio de un ruidosa algarabía y también algunos nervios.

Todos querían tener un recuerdo especial de una pieza especialmente bella en lo estético, pero sobre todo simbólica. "Es que no sabemos cuándo va a haber una oportunidad como ésta", relataba José Luis Domínguez.

Sin embargo, lo que predominó no fue el verde, sino el rojo. La alcaldesa de la ciudad, Carmen Heras, eligió vestir de ese color "no por casualidad", según dijo, para ser la receptora oficial del trofeo, que incluso se permitió alzar a lo Iker y mostrar a quienes aguardaban escaleras abajo. Estuvo acompañada por el presidente de la Federación Extremeña, Juan de Dios Monterde, que a su vez estuvo escoltado por su hombre en Cáceres, Pedro Rocha.

"Esto es como la bajada de la Virgen de la Montaña", se comentaba en la zona acotada para el galardón, en referencia a la expectación generada. Quizás no era para tanto, pero sí, por el escenario y el desapacible clima, había cierto ambiente similar al de la entrega de premios de la Carrera Popular San Silvestre, el 31 de diciembre.

Se mezclaron de forma llamativa niños y mayores, hombres y mujeres, futboleros de toda la vida y seguidores ocasionales que se vieron enganchados por los triunfos de La Roja .