Los inventores del fútbol. Y Croacia. Un duelo nunca visto en una semifinal de un Mundial. En el fastuoso estadio moscovita de Luzhniki se cruzan la vieja (y nueva) Inglaterra de Southgate ante la selección de Modric y Rakitic. O Rakitic y Modric. Da igual. El orden de los factores no altera el bello producto.

Juega toda Inglaterra un partido que no disputaba desde hace 28 años, mientras los croatas se asoman al encuentro que disputaron, y perdieron, hace 20 años cuando Thuram, un defensa con alma de delantero, firmó dos goles para superar el tanto inicial de Suker y frustrar el sueño de una generación camino del título mundial que acabó alzando la Francia de Zidane.

En Moscú, dos países europeos. En realidad, dos mundos. Esa emergente Inglaterra de Southgate, capaz de empaparse de las diversas culturas futbolísticas que ha recibido en los últimos años (se aprecia el método de Pochettino en el Tottenham y las revolucionarias ideas de Guardiola en el City), ha ido derribando viejos y ya gastados conceptos como esa falta de competitividad que les castigaba desde hace muchas décadas. Para empezar, vive feliz cuando la pelota se detiene. No mira hacia su portería porque ha encontrado en Pickford un guardián celestial, capaz de hacer olvidar a tipos como Calamity James, y, además, tiene un tesoro en las acciones a balón parado: ocho de los 11 goles llevan esa firma.

Cuatro nacieron a la salida de un córner, con ese famoso trenecito, que forman delanteros y centrales ingleses, uno llegó tras una falta y tres de penalti. Es lo que Glenn Hoddle, el exfutbolista, que ahora ejerce de comentarista en la ITV Sport, ha calificado como "el tren del amor". En los tres últimos torneos (Euro 2012, Mundial 2014 y Euro 2016), Inglaterra lanzó 72 córners y no marcó ningún gol. A sus 47 años, Southgate, un apasionado de los deportes americanos, ha aprovechado estudios de la NFL y de la NBA. La búsqueda del espacio, el bloqueo necesario y, sobre todo, estar lo más junto posible todos juntos instantes antes del lanzamiento para extraviarse de forma inmediata por el área cuando el balón vuela.

El orden del tren (cuatro jugadores en un diminuto vagón) transforma el córner en un caos para los defensas rivales que no saben detectarlo. Croacia está avisada. Como lo estaba Suecia, pero no supo frenar a Maguire, ese joven central, de 24 años, que se ha hecho adulto y valioso con el Leicester. "Hemos hablado entre nosotros del equipo que fue campeón, de cómo su éxito se celebra y de cómo el país los reverencia todavía", contó Southgate en alusión al título, el único de Inglaterra, que data de 1966. Desde entonces, el desierto.

Tuvo que llegar él, un técnico de emergencia, para devolver el orgullo al fútbol inglés. Era el seleccionador sub-21 pero una vez cesado Sam Allardyce, solo dos meses de ser elegido al descubrirse que hacía de intermediario para burlar las leyes británicas del mercado de fichajes, algo prohibido por la FIFA, le tocó a Southgate. Técnico moderno, que generó un buen ambiente en un grupo joven y hambriento, que llegó a Rusia sin demasiadas expectactivas. Así se ha colado en la semifinal del Mundial.

Zlatko Dalic, su colega croata (51 años), también viene por el camino más corto. Llegó a un partido de acabar la fase de clasificación, obligado a garantizar la repesca. Lo hizo contra Grecia (4-1 y 0-0), lo que le abrió la puerta de Rusia, prácticamente en la última curva. "Es increíble estar en semifinales, estamos contentos y orgullosos, pero no queremos parar aquí", proclamó el azulgrana Iván Rakitic, uno de los dos motores croatas. El otro es, claro, Luka Modric. Ellos dirigen a la nueva Croacia guiada por un técnico desconocido más allá de su país, aunque equiparado ahora mismo a Miroslav Blazevic, la leyenda que llevó al equipo de Boban, Suker, Jarni, Prosinecki a la semifinal de 1998.