El CSKA Moscú subió a los cielos de Europa desde la capital de España, que contempló el triunfo del conjunto ruso sobre el Maccabi Tel Aviv israelí (91-77) en la final de la Euroliga como una película de trama esperada y desenlace conocido, anunciada tiempo atrás y ejecutada milimétricamente por los ex-soviéticos, campeones continentales por sexta vez.

El título y el subcampeonato de esta Euroliga, la del cincuenta cumpleaños de la competición, ha correspondido a dos equipos tan grandes que el orden en la asignación de ambas plazas bien podría haber sido otro. Estas plantillas no tienen más que un competidor, el Panathinaikos griego, campeón saliente, que esta temporada se quedó por el camino. CSKA y Panathinaikos libraron un partido por el campeonato vibrante, sin complejos, fieles al estilo que profesan y dispuestos a ganar o perder tal y como son. Si algo caracteriza a las plantillas de Ettore Messina y por Zvi Sherf, historia viva del club macabeo, es el gusto por el baloncesto de ataque.

Mientras, el Montepaschi Siena encaró con mayor fuerza mental el capítulo de despedida de la Euroliga 2007-08 y cerró el curso con la tercera posición del ránking continental, alcanzada en la prórroga que hizo falta para encontrar un ganador y dejar al Tau en el cuarto puesto (97-93).