El sorprendente Cáceres 2016 sigue reinventándose a sí mismo. Parece que esta semana le ha dado por ganar de calle , sin bajarse del autobús. A la exhibición del martes en Calpe (69-106) se le une ayer otra victoria ante el Cantabria que, aunque trabajada, tampoco necesitó del máximo de los recursos verdinegros.

Estamos ante un equipo que hace un baloncesto asombrosamente fácil y vistoso, como si partiese como favorito en la LEB cuando en realidad casi nadie daba --dábamos, la verdad-- un euro por él. Eso lo nota en la grada y ayer resultaba casi conmovedor ver colas en la entrada del multiusos, cuyo aforo continúa siendo, eso sí, demasiado gigantesco para el momento que vive la canasta en la ciudad.

Ante el conjunto que ahora entrena Manolo Hussein --recibido con abucheos, aunque él sólo fue un mínimo culpable del descenso de categoría de hace dos temporadas-- bastó un inspirado cuarto para sumar el 4-2 en el casillero. Un balance inesperado a estas alturas que incluso podría ser mucho mejor.

La partitura que tocó el Cáceres en esos primeros diez minutos sonó primorosa, celestial, mágica: 32-19 y la seguridad completa en rival y público de que la suerte del partido ya estaba escrita. Como principales actores, Josh Asselin --el gran hallazgo de la temporada, decisivo en las dos canastas y pleno de confianza--, el siempre pundonoroso Juanmi Morales, el atinadísimo Kerry Blackshear (seis triples) y Dani López. Merece capítulo especial el base, algunas veces infravalorado porque lo suyo no es precisamente el tiro exterior. Sin embargo, de su generosa visión de juego y su potente defensa en primera línea depende gran parte del éxito.

DESCONTAR MINUTOS Ese primer acto, que contuvo una selección lo mejor de este deporte (triples, contragolpes, mates...), condicionó absolutamente lo que pasó después. La demostración de fuerza intimidó al Cantabria, que en muchos momentos pareció un grupo desperdigado de jugadores que otra cosa. No hubo auténtica convicción en sus intentos de remontada y cuando éstos se produjeron el equipo local respondió con una contundencia enorme, inflexible. Todo pareció ser como ir descontando minutos hasta un final inalterable, ya escrito.

Lástima que en las tres últimas cuartas partes del encuentro no hubiese tanta belleza baloncestística como al principio. El Cáceres alcanzó su máxima renta en el minuto 12 (35-19), curiosamente la misma que conseguiría al final. Su juego veloz y desinhibido apenas encontró respuesta en el oponente, que aún así conservó cierta esperanza en el intermedio (43-32). No sirvió para nada incluso ese 47-40 del minuto 25: Blackshear clavó un par de bombas y Asselin se puso serio reduciendo a Marvin Stone, quizás lo único salvable de los santanderinos.

Lo más interesante es que aún hay margen de mejora. Las rotaciones funcionaron ayer peor que otras veces y gente como Ramón Moya puede aportar más, lo mismo que ese sexto jugador del que tanto se ha enorgullecido el club en los últimos 12 años. El segundo amanecer del baloncesto cacereño está ya servido. Y huele que alimenta.