En junio del 2016, Xavi Pascual ponía fin a su exitosa etapa como entrenador del Barça (4 Ligas, 3 Copas y 1 Euroliga). El técnico catalán, entre lágrimas en una emotiva rueda de prensa, asumía un final de etapa que ya hacía dos años que daba síntomas de agotamiento. El último gran título quedaba lejano en el recuerdo (la Liga del 2014) y todo el universo culé, desde los responsables de la sección a los más fieles seguidores del Palau, reclamaba un cambio de rumbo que debía empezar por el banquillo. Con Pascual se marchaba también Joan Creus, director deportivo, cuya labor en materia de fichajes andaba también más que cuestionada.

Llevaba el Barça dos años de sequía y la identificación de los aficionados con el equipo era cada vez menor, un problema que se ha agravado con el paso del tiempo y que ha llevado al Palau a un estado de resignación frente al declive. Y es que la situación puede considerarse grave cuando los seguidores parecen optar más por la indiferencia que por el enfado, señal que algo empieza a dejar de importar. Una coyuntura generada por la falta de jugadores bandera (como en su día fueron los legendarios Solozábal, Epi, Sibilio o Norris) o surgidos de la cantera con la ilusión de triunfar en el primer equipo.

La ausencia de referentes tanto nacionales como extranjeros (Sada, Grimau, Jasickevicius, Basile o Mickeal, por dar unos nombres), a excepción del eterno Juan Carlos Navarro, ha contribuido también a la falta de sintonía con un equipo que cada verano cambia a más de media plantilla sin dar tiempo siquiera a conocer nombre y apellidos de algunos fichajes. Mientras el Madrid, el gran rival, mantiene la estructura sólida del grupo (Reyes, Llull, Rudy...), el Barça va dando bandazos surcando en la nada más absoluta.

Marchas sonadas

Incluso la ilusionante aunque escasas irrupción de jugadores de la cantera que podía suponer un punto de inflexión en el errático rumbo de la sección quedó frustrada por la falta de confianza de los técnicos, en algunos casos, y la imbatible llamada de la NBA, en otros, que se llevó por delante a jugadores como Hezonja y Abrines y Satoransky, los dos últimos en el 2016, dejando al equipo ya renqueante antes incluso de empezar la temporada, como fue el caso del proyecto de Bartzokas.

El técnico griego llegó en verano del 2016 y su fichaje se acompañó con un cambio en la estructura de la sección (se fichó a Rodrigo de la Fuente como director deportivo). Ocho fichajes hizo el club y dio siete bajas, pero el equipo, lastrado por las lesiones, algunas graves, no se consolidó ni en la pista ni fuera de ella.

Nueva revolución

Llegó entonces Nacho Rodríguez, uno de los símbolos del Palau como jugador que tanto se echan ahora en falta, para asumir la dirección deportiva y el elegido para llevar al equipo fue Sito Alonso. De nuevo el verano fue movido: 9 altas y 10 bajas. Pero el grupo sigue en caída libre sin atisbo de reacción, una nefasta situación que se ha llevado por delante al entrenador que, curiosamente, presentaba peor balance de victorias y derrotas que su antecesor.

«Nada que reprochar, solo agradecimiento y orgullo de haber podido representar al Barça», decía Sito en una carta abierta a los seguidores, a los que agradecía el apoyo. Un ánimo que necesitará Alfred Julbe, momentáneamente, y el próximo técnico. Aunque muchos miran ya solo a los jugadores. En sus manos está el balón.