En muchas charlas con entrenadores/as de iniciación, siempre he puesto este ejemplo: un cuchillo vale para poder untar mantequilla o hacer mucho daño a una persona, y siempre les hago reflexionar ¿El cuchillo es el problema? O ¿la utilización que hacemos de él?

Hace mucho tiempo que hay un debate sobre el modelo de competición y sobre la formación de jugadores/as, y tengo claro un principio: «se debe formar con la competición, pero muchos compiten sin formar». Es en este principio donde debemos valorar el ‘cuchillo’ de la competición. Está claro que cuanto mejor sea esta herramienta, mejor podremos utilizarla. Las competiciones, a día de hoy en lo que se refiere a baloncesto, han mejorado, llevando las mismas a un modelo dentro de los Judex con diferentes objetivos o enfoque, procurando tener atendidas las necesidades de todos los clubs o equipos, en algunos casos con un enfoque promocional o puramente lúdico, y para otros las necesidades de competiciones al máximo nivel de nuestra región como mejora continua a corto y largo plazo con miras a competiciones nacionales.

En este sentido, la formación de los jugadores/as dependerá únicamente del modelo del club (filosofía y objetivos planteados) como de la ética y código deontológico de los entrenadores/as, que deben no solo seguir las pautas del club, sino cumplir con los principios establecidos como entrenadores/as y EDUCADORES que son en la parte no formal de los jugadores/as.

Últimamente se ha vuelto a hablar de la famosa ‘polémica’ sobre la utilización de los partidos a la hora de formar, si el resultado es fiel reflejo de lo que buscamos o si es simplemente la necesidad de confirmar o demostrar el nivel de los equipos. En el caso de las diferencias en los partidos y los resultados ‘escandalosos’ tenemos que tener claro que hemos trabajado desde la federación para buscar defender o proteger al máximo el impacto de los resultados. Por ejemplo, en minibasket la mayor diferencia que un equipo puede conseguir en un partido es 24-39 (15 puntos) cuando estamos en competiciones de promoción (otro tema será que alguno quiera dar el resultado real del partido en redes sociales o en el mismo partido, aunque esto cada vez se ve menos y hemos avanzado mucho en los últimos años). En otras categorías, el impacto de resultado no debe ser un problema para jugadores/as por una mayor maduración o tener más claro los objetivos que se buscan.

Si un entrenador/a cree que debe conseguir ese resultado, primero hay que preguntarle a él o al responsable del club qué buscan con un resultado abultado: si es para confirmar su nivel técnico, si es para demostrar la ‘fuerza’ dentro del grupo o si con ello han conseguido dar un paso más en su formación. En el caso de la última respuesta, tendremos que valorar si es correcto y han conseguido este objetivo. Pongo un ejemplo sencillo. Cuando yo como entrenador jugaba contra un equipo más ‘débil’ a priori, y era consciente que ganaría de bastante, retaba a mi equipo a conseguir esa diferencia de puntos anotando solo tiros a media distancia, botando solo con la mano no dominante, etcétera. Creo que tanto al entrenador rival como a mí esta situación nos beneficiaba, sin quitarle a mi equipo competir al máximo nivel. Debe preguntarse el entrenador rival si no compite porque entrena mucho menos, porque no tiene el mismo talento o porque a lo mejor no era el modelo de competición para su equipo.

Todo lo que sea mejorar a tus jugadores/as hay que apoyarlo. En deportes de equipo, el grupo y el sentimiento en equipo prevalece sobre lo individual, pero la formación debe nutrirse en el crecimiento particular de cada jugador/a, con la idea de ayudarles a crecer y sumar, y muchas veces el resultado no permite mirar a este crecimiento, incluso yo diría que ni nos damos cuenta. Aquí es cuando focalizo sobre el entrenador/a, que debe saber cuáles son los principales argumentos de la maduración deportiva de un jugador/a, su capacidad para ir mejorando sin vivir de unas rentas o capacidades temporales.

Como último ejemplo, siempre digo que el reglamento ‘pasarela’ (el que obliga a jugar a un jugador/a al menos un cuarto) es una norma que nos recuerda y nos tacha directamente a los entrenadores/as de no tener un código, nos obligan a llevar a cabo una pauta que nosotros ya tenemos clara, que entendemos que cumplimos al entrenar a 12 jugadores/as que forman mi equipo y que por supuesto juegan y son una parte del partido. En este caso, si yo tengo un entrenador que no cumple con este aspecto, será el propio club quien deba plantearse a quién pone delante del equipo. Si lo que se busca es el resultado, premio para los que más entrenan, más trabajan y más preparan los partidos. Ellos estarán en el modelo de competición que buscan, y cumpliendo seguramente con su código deontológico como entrenador/a. En este caso estoy más que de acuerdo.

Que cada uno busque su objetivo, su reto y su código, sin tener que justificar continuamente lo que hacemos, si esto lo tenemos claro. De las derrotas siempre se aprende más que de las victorias, y son estas las que nos evalúan claramente. A veces queremos quitarle ‘golpes’ a los jugadores/as por un sobre proteccionismo, pero lo que hay que buscar es que entiendan estos procesos como realidad y evaluación. En eso deberemos trabajar para que nos les afecte en lo más mínimo y seguramente, como hemos comentado antes, busquen sus ‘mini retos’ como objetivos de mejora.

Mi consejo y reflexión: La formación para ganar no es lo mismo que ganar formando; una busca solo el resultado.