Lo que nos apasiona de este deporte es su incertidumbre. A veces pierdes y te haces daño, pero lo que nos hace seguir en la lucha es que, a veces ganas, y eres el rey del mundo".

Jorge Lorenzo, que sufrió ayer su sexta caída en siete grandes premios, confesaba así qué era lo que le mantenía esperanzado en volver a ganar. Y lo decía cuando, una vez llegado a su box, le dio tiempo de asistir a uno de los grandes dramas de este Mundial: la espectacular caída, a final de recta, de Dani Pedrosa, cuando lideraba, de forma bárbara, brutal, en solitario, un gran premio que, de haber ganado, le hubiese colocado como claro favorito al título.

"Dani ha salido como un misil", relataba Lorenzo, el cronista más especial de Sachsenring. "Durante las cinco primeras vueltas ha volado sobre la pista, estaba convencido de su victoria, quería convertirse en el héroe del día y, si hubiese logrado su primera victoria en mojado, le hubieran puesto una corona".

LESION PREOCUPANTE El rosario de elogios de Lorenzo no impidió que Pedrosa cometiese un clamoroso error y acabase estrellándose contra las protecciones acolchadas que, aun así, acabaron dañando dos dedos de la mano izquierda, con la que se acciona el embrague y se sujeta el manillar. Tras volar sobre el asfalto de Sachsenring y perder toda la ventaja, voló a Barcelona donde, al cierre de esta edición, estaba siendo examinado por el doctor Xavier Mir para saber si el miércoles puede viajar a Laguna Seca (EEUU) donde el próximo domingo se reanuda la batalla.

Pedrosa, que lleva meses entrenándose en secreto sobre pistas mojadas o inundadas expresamente para mejorar su pilotaje en agua, deseaba una carrera así para demostrar al mundo, no solo a sus adversarios, que estaba listo para dar el salto de calidad que exige aspirar a la máxima corona. El sábado, antes de acostarse, expresó a su equipo el deseo de lloviera porque quería, por fin, conseguir su triunfo soñado, aquel que llevaba preparando desde hace tanto tiempo, mucho tiempo.

Dicho y hecho. Diluvió sobre Sachsenring y Pedrosa, que montó ruedas Michelin de dureza media, salió disparado. Sí, como dijo Lorenzo, parecía un misil. Tanto que sus cinco primeras vueltas fueron a la velocidad del sonido.

VENTAJA SUPERSONICA En el primer giro, rodó dos segundos más rápido que Stoner y ¡cuatro! más veloz que Rossi; en el segundo, superó en más de un segundo al campeón australiano y al heptacampeón italiano; en el tercero, les volvió a morder casi dos segundos; en el cuarto, ya con varios segundos en el bolsillo, les mordió un segundo más a Stoner y Rossi; y, hasta en el quinto, cuando ya contaba con seis segundos de ventaja, les endosó otro segundo y medio. Pedrosa rodaba en 1.35 alto y ellos, los otros, sus perseguidores, en 1.37 bajo.

Hasta que, en el inicio de la sexta vuelta (con 8.1 segundos de ventaja sobre sus rivales), Dani frenó demasiado fuerte, o demasiado tarde, o demasiado pronto, ¡da igual!, y su moto dobló las rodillas cual caballo torpón al final de la recta de Sachsenring. El tricampeón, el ya exlíder de MotoGP, se deslizó por el suelo a enorme velocidad y acabó estrellándose, de forma aparatosa, contra la protección acolchada, que salvó su vida pero le dañó la mano izquierda.

"Me ha regalado la victoria y la necesitaba", dijo Stoner, que pasó a liderar la carrera con sumo placer y a demostrar, de nuevo, que vuelve a estar tocado por una varita mágica: desde Barcelona, en los últimos tres grandes premios, ha restado 39 puntos a Pedrosa y 30 a Rossi, situándose ya a 20 puntos del líder, menos de una victoria. "No le hubiese podido coger jamás, volaba", reconoció Rossi. "No entiendo por qué ha seguido yendo tan rápido cuando contaba ya con ocho segundos de ventaja".