No lo sabía, ni siquiera lo sospechaba, pero Dani Pedrosa, con su espectacular triunfo incontestable, frustró, dicen, la que hubiese sido la celebración más espectacular del numeroso club de fans de Valentino Rossi.

El, Pedrosa, no tiene a nadie que le organice fiestas, ni falta que le hace, de ahí que haya tenido muchísimos problemas hasta conseguir un grupo de amigos de Sabadell que pudiesen fabricar una bandera lo suficientemente grande como para reivindicar la desaparición de los guardarraíles asesinos, como enarboló, glamurosa y espectacularmente, en su vuelta de honor.

Pedrosa, como tantos otros motoristas, cree que esas protecciones no protegen, más bien matan.

De ahí que el día que logró una de sus victorias más sonadas, el tricampeón catalán se la dedicase a los muertos en la carretera. A su manera, en silencio, pero no hubo mayor exposición que esa: ¡fuera los guardarraíles! Lo cierto es que Pedrosa, que se mostró "sorprendido" por lo mucho que corrió durante las primeras vueltas ("He rodado más rápido que en los entrenamientos"), arriesgó mucho, demasiado tal vez, al cambiar totalmente el balance de su Honda después de que concluyese insatisfecho el entrenamiento previo de la mañana, donde Rossi logró el mejor crono.

"Nos la hemos jugado, pero así son las carreras a veces, hay que jugársela y nos ha salido bien", dijo el pupilo de Alberto Puig. No era para menos. Ganar en casa es lo más grande para un piloto.