Aquí todo vale, absolutamente todo. Se defiende hasta el puesto 15. Nadie quiere ceder. Yo me pregunto: ¿ha valido la pena el palizón de 60 kilómetros que hoy nos hemos dado solo por eliminar a Moreau Era un pelotón contra un solo corredor. Comenzaron los Astana; pero, de hecho, todos los equipos hemos puesto a un corredor a tirar en la persecución de la última parte de la etapa. En nuestro caso le ha tocado el turno a Fran Pérez.

Fuimos avisados por Unzué, nuestro director. Nos dijo que en la zona del avituallamiento las banderas se movían con mucha fuerza, que soplaba el viento lateral y que estuviéramos muy atentos.

De hecho, al colocar en esta etapa el control de avituallamiento tan adelante, Valverde y yo decidimos que lo mejor sería salir con los bolsillos del maillot cargados con más barritas energéticas de las que llevamos habitualmente, ya que era mejor no entretenernos recogiendo la bolsa con la comida.

En efecto, poco antes del avituallamiento pasamos al frente del pelotón. Creo recordar que yo iba en quinto lugar. Pero, de repente, hubo un acelerón, que pilló a Valverde. Alejandro, en pocos segundos, se vio desplazado a la 40 o 50 posición del pelotón. No se quedó cortado, pero tuvimos que mostrarnos en ese instante más prudentes, ya que esperamos a que él se reincorporase a la cabeza.

Era peligrosísimo ir rezagado, como le ocurrió a Moreau. A estas alturas de Tour de Francia ya se ve a mucha gente débil y cuando se produce un tirón no tienen fuerzas para seguir a la rueda que les precede. Por eso, si te sitúas detrás de alguno de estos ciclistas corres el riesgo de quedar cortado.

Encima sabíamos que la última curva era peligrosísima. Alejandro y yo habíamos pronosticado que habría caída. Así que nos descolgamos. Si querías ganar la etapa había que tomar la curva por el exterior. Todos al suelo.

En cambio, por el interior, por donde fuimos, más lentitud, pero menos peligro. De eso se trataba en este caso.