El árbitro del partido Cacereño-Melilla, Megía Dávila, defiende la misma tesis que el club extremeño a la hora de explicar los incidentes que desembocaron en la agresión del entrenador visitante, Miguel Rivera, por parte de un espectador de tribuna al final del primer tiempo, y afirma que el técnico no cumplió con la normativa al ubicarse para dar instrucciones a su equipo durante el choque. Mientras tanto, en el Cacereño descartan totalmente que el club sea sancionado y, mucho más, ni siquiera contemplan que el estadio Príncipe Felipe sea clausurado.

En un anexo del acta, que ha sido enviado al Consejo Superior de Deportes, Megía escribe, entre otras cosas, que Rivera no estaba situado en el lugar apropiado a su situación y que fue conminado a que variara su ubicación "después de una orden de la policía", versión que también sostiene el Cacereño que, sin embargo, asume y aclara que no está "de ningún modo justificada la agresión" al técnico, según afirmó ayer el director general, José Ignacio Aguinaga.

PELEA EN LA GRADA "Es una simple pelea en la grada, y ahí nosotros no tenemos nada que ver, por lo que no nos pueden cerrar el campo ni nada parecido", añadió Aguinaga, que vivió de cerca el incidente porque intentó conminar a Rivera a que abandonase una zona prohibida para él. "Simplemente le dije que no podía estar ahí, donde se puso, y me respondió: ´no me toques, cojones ´de aquí no me mueve ni Dios´". El director general verde afirmó que el técnico sí dirigió un gesto ofensivo con un dedo hacia el público que provocó a algunos espectadores de la zona y que desembocó en el suceso final, tras el cual tuvo que ser atendido.

El inspector policial, que fue requerido para zanjar el problema, instó a Rivera a que abandonara la zona prohibida e incluso le llegó a amagar "con ponerle las esposas", lo que hizo que el técnico obedeciera. Antes, según Aguinaga, el entrenador estuvo detrás del banquillo y en la zona prohibida de la entrada.

INSULTO A CACERES Del mismo modo, el Cacereño afirma que el entrenador visitante "insultó a los cacereños" a la finalización de la rueda de prensa y que incluso tuvo un intercambio dialéctico fuerte con el presidente del club, Félix Campo, que le instó a que no menospreciara de esa manera a los aficionados y ciudadanos cacereños.

Aguinaga insiste en que no es responsabilidad de la entidad lo que ocurra fuera del terreno de juego y sí en las zonas de seguridad que componen el terreno de juego y los márgenes del recinto donde tienen lugar los partidos de competición.

Mientras tanto, el entrenador y director deportivo, Ismael Díaz, insistió ayer en lo manifestado tras el partido a la hora de valorar los incidentes. "Este personaje ya lo conoce bien el mundo del fútbol; quiere ser el protagonista siempre y si no lo es él, no puede serlo nadie", apuntó, para insistir después en que "sería el colmo que se cerrara el estadio; nosotros no fuimos los provocadores y el agresor está localizado", añadió el entrenador.

El delegado de campo, Manolo Jordán, estuvo el mismo domingo en comisaría para testificar sobre los hechos, ya que hasta allí fue trasladado el presunto agresor. El club, mientras, hizo oficial a última hora de la noche un comunicado en el que explica su versión. En el mismo insiste en las tesis de Aguinaga y pormenoriza sobre los detalles.