Pasado el ecuador de los Juegos de Atenas, el barco español parece encaminarse en busca de un buen botín, aunque el viaje de 16 etapas contempla jornadas en las que no llevarse ninguna pieza al zurrón. Como ocurrió ayer en un día de pocas emociones para la participación española y mucha intensidad en el Estadio Olímpico con una histórica final de 100 metros en atletismo, que tuvo en el estadounidense Justin Gatlin a un campeón inesperado. Una tenista aragonesa y una madrileña subieron por la tarde a un podio en la capital griega, pero lo hicieron en el mismo escalón en el que ya estaban el día anterior. Conchita Martínez y Virginia Ruano esbozaron una sonrisa cuando les ciñeron una corona de oliva y su medalla de plata, pero les costaba horrores no dejar escapar las lágrimas por la indudable desilusión que cerró una gran semana.

A CONTRACORRIENTE Del sábado de gloria, con cuatro de sus siete medallas, España pasó a una resaca que pudo disimular. Empezó el equipo de balonmano arrollado por Croacia, algo parecido le ocurrió a la pareja española de tenis, y el gimnasta Deferr se quedó en su ejercicio preferido (suelo) con el puesto más desagradecido: el cuarto. Pese a un día a contracorriente, España no va mal y el arreón del sábado le ha permitido superar las cifras de anteriores ediciones a estas alturas de competición. Son siete medallas, por cuatro de Sydney y tres de Atlanta. De las cuatro australianas, dos tenían ya el brillo del oro, las del propio Deferr en salto y la de la judoca Isabel Fernández. En Atenas, el equipo no se aparta en su travesía de la ruta de la plata. La última alegría del día la dieron Javier Bosma y Pablo Herrera, que se clasificaron para semifinales en la competición de voley-playa al ganar en el partido de cuartos de final a los canadienses John Child y Mark Heese por 22-24, 21-19 y 18-16.

El oro que dos jóvenes tenistas chinas le quitaron a dos veteranas españolas es uno de los 22 que ya ha ganado un país al que llaman el gigante amarillo. China acabó ayer en cabeza del medallero de los Juegos de Atenas, con un oro más que otro gigante, el estadounidense. Ya no se puede decir que el gigante amarillo ha despertado. En Atenas no ha descansado ni un solo día. Toda una advertencia para sus Juegos, en Pekín dentro de cuatro años. La clasificación oficial del medallero prima como criterio diferenciador los primeros puestos, y de poco le sirve a EEUU sumar 56 metales, por 46 de los orientales. Hasta hay países, como Cuba, que cuando hablan de objetivos en una cita olímpica sólo se refieren a las medallas de oro, y casi desprecian las de plata y bronce.

CARRERA MAYUSCULA El equipo de EEUU sí se llevó uno de los grandes títulos de los Juegos: el del hombre más rápido. Fue tan espectacular la carrera como los momentos previos a que ocho formidables velocistas protagonizaran la mejor final olímpica de la historia, que consagró a Justin Gatlin, quizá el menos favorito de los tres norteamericanos. Maurice Greene cedió el cetro a su joven compatriota y el esperpéntico Shawn Crawford se quedó fuera del podio.

Si la carrera resultó mayúscula, un estadio repleto entró en éxtasis cuando sonó por la megafonía Zorba, el griego . Fue una enorme inyección de energía en un momento cumbre en el que nadie se acordaba ni de Kenteris, ni de Thanou, ni del primer positivo de un oro: la rusa Irina Korzhanenko, ganadora del lanzamiento de peso. La memoria de Olimpia, sede de la prueba, no se merecía una campeona tramposa.