En uno de sus infrecuentes ejercicios de memoria, el fútbol ha concedido a Ernesto Valverde (Viandar de la Vera, Cáceres, 9-2-1964) la oportunidad de reescribir la historia del Espanyol, el equipo con el que estuvo a punto de ganar la UEFA de 1988 como jugador y con el que ayer viajó a Glasgow para afrontar un reto mayúsculo, darle al club catalán el primer título europeo de su historia.

Pero la magnitud del desafío no parece inquietar lo más mínimo al extremeño, un técnico que ha hecho de la serenidad y la discreción su indiscutible patrón de trabajo. Quizá su desbordada afición a la fotografía y a la lectura le sirvan para aplacar los nervios. Es, al fin y al cabo, un corredor de fondo, un tipo discreto que avanza poco a poco, haciendo honor a su sobrenombre, Txingurri (hormiga en euskera).

Cuando Valverde llegó al Espanyol procedente del Sestao en el verano de 1986 ni se imaginaba que años más tarde volvería a Barcelona como entrenador. Era un jugador rápido y menudo, un extremo de los de antes con aspecto de crítico teatral. Nada que ver con el maquillaje de los vestuarios actuales. Antonio Baró, presidente del Espanyol por entonces, llegó a confundirle con un periodista. "¿En qué diario trabaja usted?", le preguntó. "En ninguno. Soy futbolista y acabo de fichar por el Espanyol".

Después de dos brillantes temporadas en Sarriá, Valverde fichó por el Barcelona junto a Miquel Soler a cambio de 600 millones de pesetas. Sus dos temporadas a las órdenes de Cruyff le permitieron ganar una Copa (1990) y una Recopa (1989) y terminar sus estudios de fotografía en la Escuela Industrial de Barcelona.

Amigos ilustres

Amigo personal del escritor Bernardo Atxaga y del cineasta David Trueba, Valverde no quiere ni oír hablar de la palabra intelectual. "Huyo de los estereotipos", explica, "es un error pensar que los futbolistas sólo saben hablar de fútbol. Hablan de fútbol porque es su trabajo. Y por otro lado, tampoco veo que la gente por la calle vaya hablando de Aristóteles".

Después de completar seis temporadas como jugador del Athletic, Valverde cerró su carrera en el Mallorca, donde se empezó a plantear la posibilidad de ser entrenador. "Cuando tienes 25 ó 26 años no piensas en ello. Sólo en jugar. Luego, cuando ves que se acerca la hora de dejarlo, sí. Y me hice entrenador porque uno piensa que tiene la manera de corregir aquello que no te gustaba cuando eras jugador. Aprendes de todos y te quedas con lo bueno".

Valverde comenzó a forjarse su trayectoria en los banquillos desde la base. Estudió el curso de entrenadores en Mallorca, Bilbao y Madrid, y José María Amorrortu, director de la cantera de Lezama, le recuperó para el Athletic. Su primer destino fue el equipo cadete. De ahí a la final de mañana ante el Sevilla han pasado muchas cosas, pero el extremeño siempre ha sido fiel, muy fiel, a su estilo.