Un tipo que entró en la meta lanzando disparos al aire y que inmediatamente se desparramó en el suelo boca arriba logró ayer la 19 medalla de España en los JJOO de Atenas. Ese deportista con tanto descaro como fuerza en sus piernas se llama José Antonio Hermida, acaba de cumplir 26 años, y se llevó una épica plata en bicicleta de montaña. Fue también la quinta medalla del ciclismo español en Grecia, tras las cuatro de la pista.

Cuatro años después de la decepción de Sydney, donde acabó cuarto por una caída, el catalán se sacó la espina en una intensa carrera donde tuvo que sobreponerse a un nuevo tropezón. En Atenas también hubo lágrimas, pero fueron de alegría.

SACARSE LA ESPINA Hermida se pasó dos horas y cuarto sorteando curvas, esquivando piedras, bajándose de la bici en las cuestas más empinadas, y apretando los dientes. En un instante, en un par de segundos de despiste, se le vinieron encima todos los recuerdos de aquella caída australiana y de los cuatro años que ha tenido de espera para quitarse la espina. En la quinta de las siete vueltas de la carrera, se cayó cuando seguía al francés Julien Absalon, que iniciaba la fuga que le daría el oro.

"Me he dicho: Joder, no quiero volver a ser cuarto. He luchado como un titán, después de caerme como un, con perdón, puto juvenil en una zona rápida", explicó. En ese par de segundos, Hermida tuvo que levantarse con un buen raspón en la rodilla, acomodarse el casco, que se le había cruzado, deshacerse de la visera, y colocar un cuerno del manillar en su sitio. Una vez repuesto, inició la caza y captura del holandés Brentjens, bronce al final, que le había adelantado. "Hace un año, Armstrong dijo que le vino un subidón de adrenalina cuando se cayó en la subida a Luz-Ardiden en el Tour 2003 y ahora puedo decir que es verdad". El subidón fue tan grande que le llegó a sobrar en la meta más de un minuto para superar al holandés.

La misma adrenalina desplegó por la meta el subcampeón olímpico que llegaba a Atenas con la fuerza que le dio su reciente título europeo de montaña. Hermida se la había jugado, estuvo siempre en las posiciones delanteras, había cometido un error con su caída ("ésa es la diferencia que te hace perder la carrera"), pero él se sentía igual que si hubiera ganado.

CON FLECHA Desenfundó las pistolas como homenaje a su amigo y compañero de entrenamientos Joan Antoni Flecha, el ciclista del equipo Fassa Bortolo, reciente vencedor del Campeonato de Zúrich, que se convirtió en un arquero cuando ganó en Toulouse una etapa del Tour 2003. Son grandes amigos y eran residentes en Puigcerdá, hasta que Hermida se mudó a unos kilómetros, a Llivia, y tienen repartidos los papeles en la celebración de los triunfos, Flecha es el indio y Hermida, el vaquero.

"Hace cuatro años que no sacaba las pistolas, y he hecho el muerto para recordar que la carrera fue un suicidio. Hemos ido dos horas a tope, y podía haber ganado o morir. También era un homenaje a Flecha". No acabó ahí el festejo. Cuando se encontró con el ganador le estampó un beso en la mejilla. Hermida es amigo y admirador de Absalon, "un fenómeno", dijo el héroe español de plata.

Los ciclistas, a veces, son como niños, como Hermida y Flecha, tantas veces juntos por los parajes de la Cerdanya, por las carreteras del Alt Urgell, de la Francia catalana o por los montes de Andorra. Allí entrenan ambos, a no ser que la nieve lo impida. Allí, en broma, decidieron convertirse en el pistolero (el cowboy) y el indio. Ahora se ha unido a la pareja Roberto Heras (que cambió Béjar por Cataluña), para mejorar su forma de cara a la Vuelta, en la que será, de nuevo, uno de los grandes favoritos.