El proyecto que a punto ha estado de desembarcar en el Cacereño, liderado por el tándem Antonio Martínez Doblas-Angel Marcos, tenía los más sólidos cimientos. La frustración que ha supuesto para muchos la ruptura de las negociaciones cuando incluso los protagonistas habían estrechado la mano en forma de acuerdo puede ser aún mayor cuando se miran los detalles. El mayor de ellos, contrastado ayer por este diario, tenía cifras millonarias: la operación se podría tasar en tres millones de euros (500 millones de pesetas) y el empresario segedano, dispuesto a llegar a 420 --el precio pactado-- no pudo ir más allá, entre otras cosas porque entre los 80 millones de diferencia se incluían partidas que inicialmente no contaban, como deudas con el ayuntamiento, indemnización al exjugador Kiko o el contrato con el técnico, Miguel Angel Mateos.

La idea de los protagonistas era sustentar el club en cuatro pilares que ejercerían de impulso a lo deportivo, con la consecución de un equipo competitivo liderado por Manolo, con quien ya había un pacto tácito desde hace dos años. "Sabíamos que tendríamos bastantes socios, porque la gente nos lo dice por la calle; se reflotaría el bingo y tendríamos la ayuda institucional", explicó ayer el propio Angel Marcos. "Iríamos paso a paso, aunque si la gente no se involucrase no podríamos hacer nada, pero creo que esto no sucedería", dice el entrenador-récord del Cacereño, con un historial de ascensos que incluye el único éxito de la etapa de seis años de Félix Campo en el club: fue hace cuatro años, tras su subir a Segunda División B.

El Cacereño ya tendría pactado el apoyo del empresariado local. De hecho, las gestiones estaban muy bien encaminadas: muchos de ellos se habían comprometido a contratar su publicidad en el estadio. Un comercial encargado expresamente de esta materia (Jesús Serrano) ya tenía en su cartera confirmados un buen número de clientes, que en ningún caso irían con el proyecto de Félix Campo.