Nadie cuestiona que el alero Tim Duncan es la estrella de los Spurs de San Antonio, pero sin la garra e inspiración del escolta argentino Manu Ginóbili el equipo tejano no tendría su cuarto título de liga y tal vez tampoco hubiese logrado el segundo.

Como es lógico, la prensa estadounidense, en su línea de destacar todo lo nacional, han establecido la figura de Duncan como el jugador símbolo de la nueva dinastía dentro del baloncesto de la NBA después de haber ganado cuatro títulos de liga desde de 1999 y tres premios de Jugador Más Valioso (MVP).

Aunque el último se lo arrebató con todos los honores el base francés Tony Parker, primer europeo que lo consigue, que promedió en la final 24,5 puntos con 57 por ciento de acierto en los tiros de campo.

La aportación de Parker y Duncan volvió a ser importante, pero sin los tantos decisivos de Ginóbili en el tercer y cuarto partidos, los Spurs no hubiesen podido barrer a los Cavaliers de Cleveland, el peor equipo que ha llegado a las Finales en la historia de la NBA. Aun cuando estaba teniendo su peor actuación individual en el tercer partido, Ginóbili tuvo que surgir con sus genialidades cuando faltaba un minuto del tiempo reglamentario para darle una asistencia de oro a Parker que anotó el triple que rompió la igualdad en el marcador (72-67) y luego se encargó se sentenciar con tres puntos desde la línea de personal.