Hubo un ciclismo que entusiasmó hace más de 30 años. Eran los tiempos de la televisión en blanco y negro; una época en la que difícilmente se habría producido una etapa bodrio como la de ayer, o como la del martes, con o sin pinganillos. Llevaban los ciclistas gorras con la visera hacia arriba y daba la sensación de que eran más feos y menos elegantes que ahora con los cascos galácticos y las bicis supersónicas por asfaltos aterciopelados. Dominaban equipos potentes como el Molteni y otros más modestos como La Casera.

En el Tour de 1974, ganó, como siempre, Eddy Merckx, como siempre parece ganar este año Mark Cavendish, con cuatro victorias que hoy pueden ser cinco, si no lo remedia una escapada reclamada como agua bendita. Hace 34 años, corredores como Joaquim Agostinho, a quien mató un perro que se cruzó en su bici, Bernard Thévenet, luego ganador de dos Tours, o Lucien van Impe, que también venció en París, trataron, sin éxito de fulminar a Merckx, apodado El Caníbal por su voraz hambre de victoria.

EL HISTORICO KAS Pero aquel Tour también lo corrió uno de los equipos que más fama ha adquirido en la historia del ciclismo español. ¿Se acuerdan del Kas? El dream team de la época con Miguel Mari Lasa, Gonzalo Aja, Paco Galdós, luego puesto a cocinero, Josep Pesarrodona, que ganó la Vuelta, o Vicente López Carril, a quien se lo llevó un infarto mientras jugaba a fútbol. Y, por supuesto, Txomin --entonces Domingo-- Perurena, primer técnico del naciente Euskadi, ahora Euskaltel. En 1974 se convirtió en rey de la montaña, como se denominaba entonces y como se tendría que decir ahora. Desde entonces --está pendiente aún la descalificación de Bernard Kohl, que daría el maillot a lunares del 2008 a Carlos Sastre-- ningún corredor español ha subido al podio de París como mejor escalador de la prueba.

Egoi Martínez está en ello. Y se propone cumplir el reto. Egoi no tiene todavía tras de sí la estela de fama y éxito que acompañó al gran Perurena, una especie de Alejandro Valverde; esprintaba, subía, bajaba... Pero lleva desde el domingo el jersey a lunares. "Este es el reto del equipo. Para un conjunto como el nuestro, que no somos molestia para el todopoderoso Astana, conseguir este maillot sería un éxito sin precedentes", explica Igor González de Galdeano, el primer español que vistió de amarillo después de Induráin y director de Martínez en el Euskaltel.

"Me he propuesto disfrutar de este maillot a lunares desde el momento en que me levanto. Vivir con pasión cada día que subo al podio, aunque ello me quite horas de descanso. Atacaré en los primeros puertos de montaña en las etapas del Tour, porque sé que a los últimos no llegaré con fuerzas. Si así fuera, entonces más que por el jersey a puntos tendría que pelear por el amarillo", bromea el corredor.

ABURRIMIENTO Hasta mañana, en los Vosgos, aprovechará para reponer fuerzas en estas minivacaciones de aburrimiento general en el que ha entrado el Tour por un diseño de etapas donde no pasa nada, donde todos ruedan casi a ritmo cicloturista, con Rinaldo Nocentini luciendo el amarillo que le ha prestado el Astana, aunque de reojo siempre le vigilen, por si acaso, Alberto Contador y Lance Armstrong, que no se sabe si amigos, pero sí residentes en el Astana.

¿Y qué hace un rey de la montaña en las horas libres del Tour? "Dormir más que en casa, unas nueve horas, levantarme temprano, como todos, liarme con la técnica del ordenador, que siempre se me corta la transmisión, llamar a casa dos o tres veces y bromear en la habitación con Mikel Astarloza, mi compañero de cuarto".