Resultó estéril porque siempre te queda la sensación de que comportamientos así merecen otro premio de este, a veces, tan mezquino y tan ruin fútbol. Justo cuando el impresentable colegiado que algún lumbrera mandó venir desde Galicia indicó el final del encuentro, la afición segedana dio muestras de su categoría y de su solera. Despidieron con una ovación a unos jugadores destrozados e inmersos en un mar de lágrimas, fue impactante la imagen de un tío tan grande como Juanma desconsolado en las escaleras del túnel de vestuario, y luego, no contentos con ello, aguardaron la salida de cada uno de los integrantes de la plantilla azulina y los despidieron con una atronadora salva de aplausos. Qué gran momento para reclamar la justicia de un balompié bajo sospecha. A Marcos le salió del alma en la sala de prensa cuando aseguró que este no es el fútbol en el que él creía y que le dan ganas de dejarlo todo y dedicarse a su familia y su profesión. El presidente, Martínez Doblas, fue más a allá cuando aseguró que tenía ganas de mandarlo todo a la porra porque su equipo no había perdido la categoría en el campo. Y lo peor es que uno tiene la sospecha de que lleva razón.