Stuttgart ha sido territorio hostil no solo para Paolo Bettini, sino incluso para la UCI. Ayer, junto al podio, los allegados a Pat McQuaid, el presidente de la UCI, le vieron excitarse y animar al italiano. Ni él quería un triunfo local, entre otras cosas porque el comité organizador del campeonato del mundo se niega a pagarle medio millón de euros, con la excusa de que por culpa del dopaje han perdido patrocinadores e irritados por la presencia del Grillo.

De hecho a la UCI se le volvió a escapar otra batalla de las manos. McQuaid exhibió su enfado porque Bettini, en julio, puesto que no iba a correr el Tour, se negó a firmar el controvertido compromiso ético, según el cual si daban positivo tenían que entregar el salario de un año. El Grillo no se cortó y expresó, como campeón del mundo y líder del pelotón, lo que otros no se atrevían a decir. Escribió una carta a McQuaid y dijo que el documento era una farsa y que no iba servir para nada. En Alemania, donde la televisión pública emitió un documental sobre el dopaje tras cortar la retransmisión del Mundial, pusieron al italiano en la diana de su mundo de sospechas. La UCI se alió a última hora con Bettini. McQuaid no podía permitir que el vigente campeón no tomase la salida.

Ayer, el Grillo , apodado así por los saltos que da sobre la bici, logró su segundo mundial, un título para adornar un palmarés con una medalla de oro en Atenas-2004, dos Lieja-Bastogne-Lieja, una Milán-San Remo y dos Giros de Lombardía, victorias que le convierten a los 33 años en el mejor en carreras de un día.