La temporada va tocando a su fin para varios de nuestros clubs más representativos. Tres de los de la élite, dos en voleibol (Arroyo y Electrocash Cáceres) y uno en baloncesto (Al-Qazeres) ya han liquidado sus ejercicios. En este último caso la nota del curso ha sido de sobresaliente, con esa clasificación para la Copa de la Reina y una permanencia lograda con solvencia.

Me quiero detener en los ‘fracasos’ de los dos clubs de voleibol. Lo entrecomillo porque para mí los respectivos descensos no son, en absoluto, fracasos. Los dos clubs partían con los presupuestos más bajos de la categoría y, además, el componente geográfico, con una Extremadura que no invita precisamente a venir --madre mía qué desastre la comunicación-- termina de completar el puzzle maléfico.

El Electrocash apenas ha ganado un partido en toda la competición, dato sonrojante, pero ha estado a punto de sumar en seis-siete encuentros, con marcadores ajustados. El trabajo de Raúl Rocha de todos estos años ha sido fantástico, con el pequeño-gran milagro de haber pasado a las semifinales de Copa el pasado año en una fase final en la que Cáceres fue anfitriona. Además, a este equipo le ha fallado la afición, demasiado corta a mi entender. Tampoco ha ayudado el escenario, con un Multiusos demasiado grande para tan poca gente.

Reconozco tener una debilidad especial por el Arroyo, sin duda el club con más mérito de la élite extremeña. Tras cuatro años en ella, acaba de decir adiós tras un descenso anunciado ya hace meses. La Superliga se ha acabado, pero el proyecto, ese proyecto de ese excepcional tipo llamado Adolfo Gómez, no está liquidado. Mucha guerra tienen que dar ahora las Bea, Yohana o Carmen, si es que continúan, que se supone que sí, pese a los problemas y los sacrificios.

El sueño de este Arroyo increíble debe continuar. Y también el del Electrocash Cáceres. Claro que por supuesto también el del Al-Qazeres, sabedores aquí que lo hecho en este año será casi imposible de repetir en el futuro.